El Periódico Aragón

Arrebato

De Loma*

- Firma invitada JOSÉ MARÍA

El otro día me sorprendí a mí mismo haciendo la declaració­n de la renta. No se pueden ni imaginar qué impresión. Estaba yo tan tranquilo en el sofá leyendo el periódico y haciendo planes para cambiar de postura cuando de pronto, sin darme cuenta, me vi sentado en la mesa con una calculador­a, varios papelajos y certificad­os y el ordenador conectado a la Agencia Tributaria. Me llevé un susto importante, no sé si también se lo llevaron en la Agencia Tributaria. Pero me repuse pronto de tal ataque de previsión (¡hay tiempo hasta junio!) y corrí a la hamaca en la que suelo pensar, descartar adjetivos y comer chocolate. Con lo que falta, no es necesario que te pongas ahora, me dije. Para remachar el argumento, pensé en todas las cosas más urgentes que tengo que hacer, como la colada o el almuerzo, y decidí olvidar tal arrebato de diligencia, ya se sabe que si a la pereza se le molesta puede volver luego con más bríos o incluso con su prima antipática: la desidia.

- Cuanto antes la hagas antes te devuelven.

No sé si la voz vino de mi conciencia, de mi mujer, del ordenador aún conectado con Hacienda o de un cuñado imaginario. Sí, claro o antes pago. Y está la cosa como para pagar, me dije. O tal vez se lo dije al ordenador. Un ordenador que habla es la tele. O tal vez la radio. Lo apagué rápido. Incluso a mi conciencia apagué también. Pero mi yo interior, que es como yo pero lejos del mar, puso

Si a la pereza se le molesta puede volver luego con más bríos o incluso con su prima antipática: la desidia

algo de cordura y me indicó que yo, mi yo exterior, no sé hacer declaració­n alguna. Ni de Hacienda ni de amor, ni de bienes o jurada. Lo declaro. Así de solemne. Y, claro, ahí está la que sabe, mi señora: declarando en arameo lo fácil que es hacer una declaració­n fácil como la mía, que soy pobre, víctima de ERTE y pagador cumplidor de cuantos tributos se inventa el estado o el estadito, esto es, la municipali­dad o autonomía. Incluso las mancomunid­ades, que están ahí a lo tonto a lo tonto creciendo sin que nadie repare en ellas. Tal vez hoy me de por mirar cuándo me toca renovar el carné de alberguist­a, hacer la ITV, pagar el IBI, la tasa de la basura o incluso el chequeo anual. Será que el confinamie­nto te hace ser mejor ciudadano. O caer en la aborrecibl­e confusión que supone creer que serlo es entrar dócil en todo tipo de embelecos y trampas burocrátic­as. Pago impuestos gustosamen­te. No sé si tan a gusto abono el peaje de priorizar lo no urgente.

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