El Periódico Aragón

«El partido del ascenso con Las Palmas estuvo en el cabezazo de Dorca al larguero. Me dolió que no subiera el Zaragoza, lo merecía»

«Creo que habríamos salvado la temporada, en mi cabeza estaba reaccionar y llegar al ‘playoff’, no temía que pudiéramos bajar»

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—Me colocaron en una situación difícil y yo en privado me puse de parte de ellos. Me parecía que eran muy buenos profesiona­les. José Mari aún sigue jugando en el Cádiz y a gran nivel y los otros dos venían del año anterior y pienso que habría alguna situación arrastrada, quizá personal. No sé hasta qué punto dinamitó el grupo, pero no ayudó en nada. Fue un punto de inflexión negativo en un momento delicado, porque no tenía que ver con su comportami­ento en el campo, con su nivel.

—No lo hice por mí. Pensé en el equipo, en el vestuario, y en la situación tan extraña que se vivía. Creía que la mejor solución era no hacer ruido con mi salida.

—A los pocos días de su destitució­n Pitarch dice que quiere comprar el Zaragoza. ¿Qué pensó?

—Me sonó a algo muy raro. No supe nunca darle forma. Yo pasé muy mal momento tras el despido, porque cuando me echan de un equipo en el primer mes casi hasta me escondo, prefiero meterme en un agujero y sacar mis conclusion­es. Me llegaron esas informacio­nes de que quería comprar el club y me olía muy mal, pero nunca supe qué se escondía tras esa intención.

—¿Qué sintió con su salida del Zaragoza?

—Me marché con mucho dolor. Es que segurament­e es el club más histórico que he dirigido, con la trayectori­a y la afición que tiene. Para mí ir allí era un honor, pensaba en que iba a un grande que estaba en Segunda y en un mal momento y que me daban la oportunida­d de arreglar eso. Así lo viví en mi cabeza cuando se me propuso la oferta. Recuerdo que al firmar por el Zaragoza estaba en Madrid porque tenía la posibilida­d de ir a entrenar a Israel, al Maccabi. Me había llamado Jordi Cruyff y prácticame­nte le había dicho que sí, estaba para ultimar los detalles, pero surgió una llamada que lo cambió todo. Le dije ‘Jordi, discúlpame, pero me acaban de llamar y el Zaragoza es el Zaragoza’. Eso define bien lo que implicaba esa oportunida­d para mí. Era el Zaragoza. Con eso estaba ya todo dicho.

—¿Se cruzó con el club en el momento equivocado?

—Segurament­e fue así. Pero eso no tiene vuelta atrás, ya ha pasado. Si yo hubiera sido consciente, porque creo que en ese momento no lo fui, de pensar en todo lo que había rodeado a ese descenso del Zaragoza, con ese desastre que se veía, con la necesidad que tenía de recomponer todo… No pensé en eso, solo en que iba allí. Y eso estaba por encima de todo. No había sangre fría para decidir, pensé con el corazón más que con la cabeza.

—¿Qué recuerdo le queda de la afición? Tampoco la vivió en su mejor momento.

—Las aficiones fluctúan en su forma de comportars­e en función de cómo van los equipos. En eso son todas iguales. Y el equipo venía de una situación muy difícil del año anterior y había un tremendo enfado con Agapito Iglesias. No comulgaban con él para nada y cualquier situación que se daba para manifestar­lo lo hacían con protestas. Vi pronto que había ese divorcio y no puedo hacer un juicio de la afición porque ese momento era muy especial. Sí sé que en el poco tiempo que estuvimos hacia arriba, cuando las cosas rodaron, se volcó con nosotros apartando esas otras situacione­s con la propiedad del club.

—Usted llegó tras el descenso y desde entonces no ha subido el equipo. Esta temporada sí tiene muy buena pinta.

—He visto pocos partidos, pero por lo que se percibe desde fuera, por lo que se huele, porque eso se huele, este es el año. El Zaragoza hizo bien en fichar a Víctor, alguien histórico y de la casa, y darle tiempo. Esa es la clave.

—La mala suerte ha sido el parón por el coronaviru­s.

—A ver si se puede terminar la Liga. Sería lo justo, pero tengo claro que este parón puede hacer mucho daño a equipos que como el Zaragoza iban lanzados. A ver qué pasa, porque no sabemos hacia dónde camina esta barbaridad de pandemia. Yo espero que no le penalice y que el club logre ese ascenso porque esa afición y esa cuidad lo merecen.

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El entrenador catalán da instruccio­nes en un partido del Zaragoza.
JAIME GALINDO —Aun así, en enero el equipo aguanta el tirón y cae ya de forma abrupta desde febrero. Usted es despedido en la jornada 30. El entrenador catalán da instruccio­nes en un partido del Zaragoza.

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