La culpa del 8-M
Un mes después, todavía se atribuye toda la culpa del 8-M a Sánchez. La verdad es que, desde mucho antes, Irene Montero aprovechó la ocasión para protagonizar el tsunami propagandista de las ultrafeministas, que tuvimos que tragar por los medios de comunicación hasta en la sopa. Por último, separándose de las demás ministras del Gobierno, encabezó a esas extremistas en la marcha del 8-M.
Si Sánchez lo hubiera prohibido habría desobedecido, creando una crisis social y una división sin precedentes en su reciente coalición gubernamental. Esto habría causado un daño incalculable e irreparable a su autoridad para enfrentarse a la pandemia con las muchas y duras medidas que hoy aplaude la OMS.