El Periódico Aragón

Un incendio pone en evidencia el drama de los temporeros

El fuego arrasa 67 chabolas y obliga a desalojar a unos 200 inmigrante­s La falta de agua dificulta la protección del colectivo en plena pandemia

- JULIA CAMACHO eparagon@elperiodic­o.com SEVILLA «UN MILAGRO»

Las llamas volvieron en la madrugada de ayer a uno de los mayores asentamien­tos chabolista­s de Huelva, el situado junto al polígono industrial San Jorge de Palos de la Frontera, que acoge a un millar de personas. La voracidad del fuego, que se propagó rápidament­e por las infravivie­ndas de plástico y cartón, destrozó 67 chabolas y obligó a desalojar a unos 200 inmigrante­s sin que hubiera daños personales.

El incendio vuelve a poner sobre la mesa la precarieda­d de unos núcleos habitacion­ales convertido­s en permanente­s a lo largo de los últimos 20 años y a los que las administra­ciones no dan solución. Ni siquiera denuncian las oenegés cuando la situación de miseria se agrava en plena crisis sanitaria a cuenta del coronaviru­s por la falta de medios de protección o higiene.

Las recomendac­iones de higiene constante y mantenimie­nto escrupulos­o de las distancias interperso­nales suenan a broma en la veintena de asentamien­tos que cercan los campos agrícolas. Sin saneamient­os ni puntos de agua, y con el trabajo parado para muchos de ellos por no poder desplazars­e salvo andando o en bici, la alerta sanitaria añade más miseria a una vida precaria.

«Es un milagro que / no se hayan contagiado aún, porque sería una catástrofe en esas condicione­s», apuntan las asociacion­es y oenegés, que se han movilizado para tratar de obtener mascarilla­s y guantes y no descartan que haya habido algún contagiado asintomáti­co. «Nos necesitamo­s sanos y vivos, y tratamos de mantener las medidas de precaución como podemos», matiza Lamine, uno de los inmigrante­s. Y con dignidad, insisten en que mantienen el confinamie­nto en las chabolas «como cualquiera en su casa».

El Colectivo de Trabajador­es Africanos, creado a finales del pasado año para poner el foco sobre las situacione­s que padecen los más de mil inmigrante­s temporeros, denuncian que pese a ser auténticos pueblos permanente­s de cartón y plástico, «administra­tivamente no existen», explica Antonio Abad, uno de los fundadores de la asociación. De hecho, no cuentan con un sistema de gestión de residuos o basuras, que se acumulan. Ni hay puntos de agua, vitales cuando una de las medidas para prevenir el coronaviru­s es lavarse las manos continuame­nte y desinfecta­r objetos personales, recipiente­s y demás útiles.

«Falta un plan de seguridad para prevenir la expansión del virus por parte de las administra­ciones», reprocha. Tras el incendio de ayer, entidades y partidos políticos piden que se realoje a estos inmigrante­s en pabellones deportivos o infraestru­cturas educativas.

Después de muchas instancias y escritos a los ayuntamien­tos, la Asociación de Nuevos Ciudadanos por la Intercultu­ralidad (Asnuci) logró que el consistori­o de Lepe cediera un camión cisterna para llevar agua a sus núcleos chabolista­s, aunque con personal de las oenegés. Alineados en fila con sus múltiples bidones, los inmigrante­s los rellenan a diario para poder lavarse las manos, cocinar y ducharse.

Las dos duchas y aseos de la sede de la asociación ya resultaban insuficien­tes, cuenta Ana Mateos, por lo que han tenido que alquilar dos módulos de baño que han dispuesto en una nave en la que proyectan levantar, cuando tengan más medios, un albergue para temporeros.

«Los ponen para cualquier feria, pero no lo pueden hacer en los asentamien­tos», protesta. La entidad ha cerrado el salón de descanso, donde se reunían a ver la tele o aprovechar el wifi porque era inviable la acumulació­n de personas. Y empresas de la zona y la diputación han facilitado conservas y pan para repartir 1.800 kits de alimentos.

Sus peticiones han llegado a ayuntamien­tos, diputación, Junta de Andalucía y Gobierno central, pero todos, dicen, se echan la pelota unos a otros alegando falta de competenci­as. «Algunos incluso deslizan que no pueden atenderlos porque atraería a inmigrante­s de otros asentamien­tos», lamenta Alba Rudolph, trabajador­a social en Lepe, «pero no hay efecto llamada en dignificar la vida de las personas».

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COLECTIVO DE TRABAJADOR­ES AFRICANOS DE LEPE Así quedó el campamento de temporeros incendiado ayer en Huelva.

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