El Periódico Aragón

Un grito de auxilio

Las librerías Antígona, Cálamo y El armadillo ilustrado piden ayuda a sus ‘amigos’ para suavizar esta crisis

- DANIEL MONSERRAT dmonserrat@aragon.elperiodic­o.com ZARAGOZA

«Sentimos que estamos en tierra de nadie porque somos un servicio muy necesario para mucha gente pero para las institucio­nes no lo parece, por lo que la encrucijad­a es complicada. No es fácil mantener una librería cuando desde el 14 de marzo hemos paralizado toda la actividad económica, incluso la de servicio a domicilio, porque no queríamos vender poniendo en riesgo a alguien». La que habla es Julia Millán, propietari­a de la librería Antígona de Zaragoza junto a Pepito Fernández, que acaban de lanzar un grito de auxilio. «Lo que ofrecemos es una fórmula muy sencilla que ya estábamos aplicando con algunos clientes y que ahora abrimos a todo el mundo, se trata de ingresar dinero anticipada­mente para consumir libros», lo que se conoce como una cuenta de librería. Es decir, cada cliente decide la cuota que quiere aportar mensualmen­te y cuando vuelva la normalidad, podrá adquirir libros por ese valor.

¿Qué se consigue con eso? «Así podremos afrontar los gastos fijos –indica Julia Millán– que tenemos aunque la librería esté cerrada, el local con cuyo dueño no se ha podido negociar nada, los impuestos…». Apenas hace unos días que lanzaron la iniciativa a través de sus contactos y de redes sociales y la respuesta no ha podido ser mejor: «Estamos contentísi­mos porque está siendo abrumadora y nos va a permitir pagar el alquiler de los dos próximos meses más los gastos fijos», explica la copropieta­ria de Antígona.

Otras de las grandes librerías de referencia en Zaragoza, Cálamo, también ha recurrido a reforzar la oferta de la cuenta de librería, algo que llevaban practicand­o desde su apertura: «Era algo muy habitual en los años 70 y 80, una aportación fija mensual para comprar libros y que a nosotros nos garantizar tener unos fondos permanente­s a principios de mes», afirma Paco Goyanes, de la librería. El resultado ha sido parecido al de Antígona: «Estamos muy emocionado­s por la respuesta de la gente. Lo vemos como un reconocimi­ento a muchos años de trabajo. Es verdad que mucha gente ya se había puesto en contacto con nosotros para ver de qué manera nos podían apoyar y dándole vueltas hemos decidido reforzar esta campaña de cuentas de librería. Hay que tener en cuenta que no es un

crowdfundi­ng sino que lo que ofrecemos es que se hagan socios de la librería y apoyen un proyecto cultural».

DISTRIBUID­ORES Y PLAZOS Inspirados en estos modelos y en el «de otras librerías que hemos visto», la librería El armadillo ilustrado también ha lanzado su propia campaña que han llamado Vale Armadillo, según cuenta uno de sus dueños, Víctor Romano: «Aunque los distribuid­ores han alargado los plazos de pago el quedarte sin ingresos económicos te deja en una situación muy complicada. Sin ingresos, se derrumba todo así que proponemos estos Vale Armadillo mediante los que la gente nos anticipa el dinero que se querían gastar en la librería y lo podrán hacer cuando abramos de nuevo». Y, una vez más, los zaragozano­s han demostrado que tienen una relación especial con los libros: «Bastante gente ha respondido y ya se ha apuntado lo que te da alegría y esperanza, te reconforta para continuar el día a día porque hay gastos que se mantienen, abras o no».

Los tres gestores coinciden, además, que esta crisis de coronaviru­s ha llegado en un mal momento porque justo los meses de abril, mayo y junio suelen ser «muy buenos» para el sector. «La cancelació­n (se baraja celebrarlo después de verano) del Día del libro ha sido un golpe terrible porque en Aragón se había conseguido consolidar una cita y convertirl­a en muy importante pero es que, además, las ferias del li

«No es un ‘crowdfundi­ng’,

ofrecemos que se hagan socios de un proyecto cultural»

bro también se van a ir cancelando… Y no olvidemos que las editoriale­s reservaban sus grandes novedades del año para esta época. Solo hubiera sido una fecha peor si sucede en Navidades…», asegura Goyanes. Algo a lo que, en el caso de Antígona, se añade la interrupci­ón de las clases presencial­es: «Nosotros somos una librería universita­ria y se da la paradoja de que los alumnos siguen necesitand­o libros pero no podemos atenderles», lamenta Julia Millán. «Es que ahora venían los meses buenos –apunta Romano–. Febrero es tradiciona­lmente muy malo y ahora necesitába­mos estos para recuperarn­os…».

A pesar de todo, Goyanes se considera «relativame­nte optimista dentro de la situación» pero lanza un aviso: «Hay que ser consciente de que el Estado va a poder hacer algo pero no va a poder solucionar toda la economía. El sector se levantará una vez más, pero tendrá que hacerlo solo, con un pacto entre todas las partes implicadas», concluye el propietari­o de una librería, Cálamo, que aunque no está abierta prosigue con sus clubes de lectura (por vía telemática «por supuesto») y pronto hará lo propio también con «presentaci­ones de libros».

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Pepito Fernández y Julia Millán, propietari­os de la librería Antígona, situada en la calle Pedro Cerbuna.
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