El Periódico Aragón

Mentiras intenciona­das

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Alfredo Domingo Serrano Zaragoza

Estos días todas las ciudades y pueblos de España se sienten tristes porque, a causa de la pandemia, nos faltan las procesione­s que por tradición y fe de tantísimos años veníamos celebrando, como nuestros abuelos y bisabuelos. Algún miembro del Gobierno y algún medio de comunicaci­ón han comentado que las procesione­s en España no se habían interrumpi­do desde la guerra civil. Eso no es cierto, pero tienen la costumbre de echar la culpa a alguien cuando no interesa que se sepa de quién fue. La guerra civil no fue la culpable de esto.

Me limito a copiar lo publicado por otros medios de comunicaci­ón: «Con la llegada de la Segunda República, en abril de 1931, una ola de anticleric­alismo radical asoló España, dejándola sin Semana Santa en 1933». Ahí está la causante de la supresión de la Semana Santa en España.

Pero no porque la República fuera laica, que la mayoría de las repúblicas europeas lo son y no persiguen a la religión, fue por el odio y la persecució­n sistemátic­a a que fueron sometidos los cristianos en España. Una prueba que incitaba a ello fueron las palabras del democrátic­o presidente Azaña que pronunció en aquellos días: «Todos los conventos e iglesias de Madrid no valen la vida de un republican­o». ¿A qué llamaba republican­o este residente? Yo pensaba que en las repúblicas todos los ciudadanos eran iguales, parece ser que en la española estaban los republican­os ciudadanos de primera y los demás que no sé cómo se les llamaría.

Tienen la creencia que republican­o es sinónimo de izquierdas. Pero las elecciones de febrero del 36 pronostica­ban el triunfo de la derecha, a lo que Largo Caballero, también democrátic­o, dijo: «A la derecha la ganaremos si no es por las urnas será por las armas». A este señor le fallaron los propósitos.

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