Cumpleaños especial

El pasado 15 de abril cumplí 83 años y nunca pude imaginar, ni en el peor de mis sueños, que tendría que celebrar este día, sin poder abrazar a mis hijos y nietos y que como de costumbre me diesen un montón de tirones de orejas y otros tantos besos.

Desearía expresar toda la tristeza y el dolor que me acompaña en estos largos días de verme alejado de todas aquellas personas con las que habitualmente me relacionaba: familiares, amigos, compañeros de tertulias, pero sobre todo y por encima de todo pienso en todas las personas que en estos trágicos días han partido de nuestro lado, sin poderse despedir de todos sus seres queridos. Todos ellos que son una fría estadística que con cruel dureza nos golpea cada amanecer y que vemos con impotencia aumentar cada día. Estos días y estas situaciones, que nunca habíamos vivido, nos deberían servir para reflexionar y tratar de analizar, lo que hemos hecho en la vida cada uno de nosotros.

Por que cuando esto pase, ya nada será igual a lo vivido anteriormente. Cada abrazo y cada beso tendrá otro sentido y volver a encontrarnos será el mejor de los regalos. Quizá podamos comprender que lo más importante de la vida es el tiempo que podemos disfrutar con las personas que el destino ha colocado en nuestro caminar por la vida. Y que lo que realmente vale, son las que no se compran a ningún precio. Que cada día que amanece es un regalo para nosotros, pues el hecho de poder disfrutarlo es un pequeño milagro, y que debemos aprovechar todos sus minutos. Porque vivir es: «Sumar vida a los años y no años a la vida».