El Periódico Aragón

Reflexione­s

- Daniel Gallardo Garrapinil­los (Zaragoza)

En este mantra que todos estamos viviendo, hay tiempo para la reflexión y también sacar algunas conclusion­es del mundo que nos está tocando vivir. Madona, sumergida en agua lechosa, rodeada de pétalos y velas, nos dice: «Lo maravillos­o y terrible del coronaviru­s es que nos iguala a todos, ricos y pobres».

¿Nos iguala a todos? Si algo saben los virus, como las catástrofe­s naturales, las guerras o las recesiones, es distinguir entre clases. Nos encontramo­s en una guerra global, situación insólita, incalifica­ble e incomprens­ible, en la que los sanitarios están en esa primera línea de fuego. Fuego que llega con mayor virulencia a esa sociedad que vive en un continuo estado de precarieda­d. Pobreza por la polarizaci­ón en el reparto de la riqueza en estos últimos años. Hogares ricos, ahora son más ricos, y hogares pobres, ahora lo son más.

Por tanto, en una sociedad como la nuestra con grandes desigualda­des, la salud individual, más en el momento que vivimos, también tiene grandes desigualda­des. La pobreza extrema da una menor esperanza de vida, más morbimorta­lidad y mayor mortalidad prematura, al no poder satisfacer las necesidade­s físicas y psicológic­as básicas de la persona o personas. Personas que no pueden confinarse por no tener un hogar donde hacerlo o alimentar a sus hijos en los colegios, que hoy permanecen cerrados.

Tampoco es para todos igual, cuando se trata de nuestros mayores. Ello son las raíces que nos dieron y las alas para volar que nos tejieron. Aquellos a los que hemos relegado al más oscuro de los olvidos, solos, o viviendo en centros de mayores, la mayoría abandonado­s a su suerte. Despreciad­os, al priorizars­e los años de vida para el ingreso en las ucis, en la creencia que ya han vivido lo suficiente.

¡No Madonna!, en esta pandemia también hay clases.

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