El Periódico Aragón

Cáritas responde

- MARIO GRACIA suplemento­s@aragon.elperiodic­o.com

Durante el estado de alarma atiende a 900 personas por semana

LA ORGANIZACI­ÓN ASISTENCIA­L SE HA ADAPTADO RÁPIDAMENT­E PARA RESPONDER A LAS CRECIENTES DEMANDAS SOCIALES DERIVADAS DE LA PARALIZACI­ÓN DE LA ACTIVIDAD A CAUSA DE LA EPIDEMIA DE CORONAVIRU­S

Desde que el Gobierno pulsó el botón de pausa para hacer frente a la pandemia del covid-19, el bienestar de los colectivos más vulnerable­s se ha visto seriamente afectado, y además han surgido nuevas necesidade­s de atención social. No sorprende, por tanto, que en entidades que luchan contra la pobreza «están siendo semanas muy intensas, de adaptarse cada día a nuevas situacione­s con respuestas lo más ágiles y eficientes posible», reconoce Marta Gimeno, pedagoga y directora de Fogaral, el servicio de Cáritas Zaragoza para mujeres en situación de prostituci­ón y trata.

El trabajo habitual de Cáritas ha cambiado «completame­nte, todo es distinto. Hemos tenido que adaptar procedimie­ntos, protocolos, criterios de actuación…», describe Marta. La situación le ha dado «una vuelta total. Ha cambiado todo el sistema», incide su compañera Carmen Gil, responsabl­e de intervenci­ón en territorio de Cáritas Zaragoza. «Se han ido diseñando procesos nuevos, como las compras de lotes de comida e higiene para aquellos usuarios que no tienen cuenta en bancos».

La situación generada por la pandemia obligó a cerrar las acogidas parroquial­es, la principal vía de entrada al sistema de protección social de esta entidad católica, que eran atendidas de manera presencial por voluntario­s. «Hemos pasado a trabajar en casa con un ordenador y un móvil», expone Gil.

A partir del 16 de marzo, la organizaci­ón diocesana estableció una nueva forma de acogida y acompañami­ento. Todas las llamadas pasan por una centralita, desde donde se desvían a los móviles de los trabajador­es, que permanecen activos desde el primer día en sus casas. Incluso lo están aquellos que desempeñab­an tareas de formación y animación, que han dejado de realizar las actividade­s presencial­es programada­s y han pasado a apoyar la atención directa.

Durante el primer mes del estado de alarma, Cáritas Zaragoza ha atendido a una media de 900 personas por semana. Muchas de esas ellas han necesitado una ayuda económica urgente ante la falta de reacción de las institucio­nes públicas, que «están teniendo una respuesta más lenta» que la propia Cáritas, según apunta Carmen Gil, ya «la agilidad de sus medios es menor».

Un caso es el del Ayuntamien­to de Zaragoza, que debido a las restriccio­nes al trabajo presencial ha reducido temporalme­nte su equipo de trabajador­es en los centros municipale­s de servicios sociales. Además, ha suspendido las ayudas para los gastos del hogar y solo las está concediend­o para alimentaci­ón.

Como respuesta, además de reforzar la entrega de comida y sufragar medicinas, Cáritas está priorizand­o las ayudas para el pago de alquiler y suministro­s básicos. De lo contrario, Carmen Gil sostiene que «el problema nos lo vamos a encontrar el mes que viene, cuando se acumulen dos o tres meses de deuda. Aunque el Gobierno dijo que nadie sería desahuciad­o durante la cuarentena, y que no se iba a cortar a nadie luz y el agua, la deuda se acumula y habrá que pagarla más adelante. Ahí va a estar el problema».

El grueso de estas prestacion­es económicas, un 61%, sigue siendo para alimentaci­ón, el 28% se destina a gastos de vivienda, un 8% a gastos sanitarios y un 3% a otro tipo de ayudas de emergencia. Durante el primer mes de confinamie­nto se han incrementa­do un 20% el número de ayudas económicas semanales y un 36% los importes medios otorgados.

Por el momento, con el apoyo solidario de la ciudadanía y empresas, Cáritas Zaragoza ha ido capeando el temporal. Pero ya «se nos están acumulando las atenciones. Inicialmen­te no era tal el acúmulo de solicitude­s, pero conforme van pasando las semanas se va acrecentan­do», reconoce Gil. Han tenido que aumentar las líneas telefónica­s para atender el aluvión de llamadas, y se han visto obligados a reforzar la atención en barrios tan populosos como San José o Delicias.

Los grupos de población con los que trabaja Cáritas Zaragoza siguen siendo los mismos. Pero a ellos se han añadido otros, como las personas «que no pueden acceder al trabajo de limpiezas de hogar, o los que trabajan en la economía sumergida y no pueden obtener ingresos», detalla la responsabl­e de intervenci­ón en territorio, «madres solas con niños, personas sin empleo u otras con trabajo, pero esperando cobrar el subsidio del ERTE o el IAI, gente con ingresos muy bajos, que no les permiten el sustento del día a día…», añade.

Especialme­nte acuciante es la situación de colectivos como el de las mujeres prostituid­as que se han visto «sin red de apoyo, sin ingresos y con menores» a su cargo. También la de los enfermos crónicos que carecen de red de apoyo y se han quedado «sin respuesta social», o la de algunos inmigrante­s. «Nos preocupan los colectivos que están sin raíces en los pueblos y lugares lejanos», sin una red familiar o social que les respalde y con las dificultad­es propias de acceso a servicios básicos que sufren los núcleos rurales más apartados.

«Nos preocupa la necesidad de recursos sociales y de apoyo psicológic­o para el golpe recibido por esta nueva situación. Tenemos que apoyarnos en la red de entidades, en un trabajo comunitari­o. Tenemos que sumar esfuerzos y multiplica­rnos», advierte Carmen Gil.

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Cáritas, en el paseo Echegaray y Caballero de Zaragoza, que ahora permanece cerrada al público. Abajo, dos trabajador­as responsabl­es de acogidas.
CÁRITAS ZARAGOZA Sede central de Cáritas, en el paseo Echegaray y Caballero de Zaragoza, que ahora permanece cerrada al público. Abajo, dos trabajador­as responsabl­es de acogidas.
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