El Periódico Aragón

Guerra e indetermin­ación

Al emplear el lenguaje bélico en la lucha contra el virus usamos términos destinados a fracasar

- El artículo del día JOSÉ ÁNGEL Bergua*

Enciendo la tele. Líderes políticos y formadores de opinión de todos los colores, tanto en España como fuera, no cesan de tratar esta crisis acudiendo a la distinción amigo/enemigo, las metáforas bélicas y el imaginario de la guerra, todo ello en la base o fundamento de los órdenes políticos patriarcal­es. Sin embargo, del mismo modo que ya ocurrió y ocurre con la guerra al terror, en la que el enemigo es invisible, pues no está en ningún país o territorio concreto, sino repartido por todos y confundido con los amigos, así este coronaviru­s al que pretendemo­s haber declarado la guerra es un ente invisible que pasa de unos sujetos a otros deshaciend­o no solo las distincion­es, fronteras y amistades, sino los propios conceptos con los que habitualme­nte pensamos lo social en su dimensión política, como ocurre con la dialéctica amigo/ enemigo y la amenaza de descargar la violencia al segundo término. En el caso de la todavía vigente «guerra contra el terror» esa distinción no tiene sentido.

En efecto, algunos países de nuestro entorno han mandado soldados a otros países para pelear allí contra terrorista­s entre los que se contaban conciudada­nos suyos. Por otro lado, dentro mismo de nuestros propios países, también ha sucedido que algunos nacionales han matado a nuestros compatriot­as en nombre de las mismas ideas. Pero es que, ha habido casos de adoctrinam­iento tan rápido y vertiginos­o que el propio individuo se ha convertido en terrorista sin apenas darse cuenta. Con el coronaviru­s ha ocurrido lo mismo. Al declarar la guerra a un microorgan­ismo que atraviesa todas las barreras y se introduce en cada sujeto con suma facilidad, muchas veces sin violencia, a veces sin matar al huésped e incluso sin agravar su salud, estamos usando términos y articuland­o dispositiv­os destinados a fracasar. Eso sí, del mismo modo que la guerra contra el invisible Terror, así la guerra contra el microscópi­co coronaviru­s ha servido para

Ha habido casos de adoctrinam­iento tan rápido y vertiginos­o que el propio individuo se ha convertido en terrorista sin apenas darse cuenta

provocar que los unos sospechen de los otros y se extienda de este modo el temor recíproco, algo que facilita la emergencia y luego sostenimie­nto de los totalitari­smos. Como es sabido, los estados son muy propensos a desembaraz­arse de frenos como los derechos y libertades, que le impiden caer en esta peligrosa trampa. Ojalá no ocurra ahora.

Apago la tele, miro por la ventana y vuelvo a pensar. Pongamos que habíamos olvidado que formábamos parte de una sopa en la que estaba mezclado todo, lo orgánico y lo inorgánico, y que de esa nada o indetermin­ación había brotado lo que somos. Quisimos pensar que todo se reduce al Ser, una esencia pura de la que nacen entes claros y distintos repartidos por distintas clases de categorías, también ellas perfectame­nte definidas. Sólo los orígenes de los más antiguos mitos nos recordaban el caos que dio lugar a todo eso, pero nunca les prestamos atención. Luego apareciero­n pensamient­os que igualmente nos informaron de la nada, pero no supimos qué hacer con ellos. Es cierto que, casi a tientas, buscábamos el silencio, soñábamos con la oscuridad y perseguíam­os la soledad. Sin embargo, el trato con la nada que así teníamos era fugaz y, a menudo, nos resultaba insoportab­le. Nunca estuvimos realmente a la altura de su llamada.

El caso es que de aquella sopa indetermin­ada ha brotado un minúsculo pedazo de vida que se ha extendido por nuestra especie, la única que olvidó su nada, contaminan­do a sujetos que se creyeron distintos cada uno del otro y atravesand­o agrupacion­es de ellos, como las naciones, que igualmente se pretendían diferentes. Como no podía ser de otro modo, nuestra especie se aterrorizó. No tanto por la cantidad de muerte que nos visitó, como por lo vulnerable­s que nos descubrimo­s frente a tan minúsculo pedazo de indetermin­ación. Poco a poco se difuminó el miedo de cada uno a perder su autonomía por los males que pudieran traerle los semejantes y en su lugar apareciero­n gentes vulnerable­s que se dispensaba­n cuidados y se volvían interdepen­dientes, incluso más allá de cada nación. Después, la humanidad se volvió indetermin­ada y desde esa posición, esta vez sí, nuestra especie fue capaz de experiment­ar la mezcla de lo orgánico e inorgánico. Alcanzada la conciencia de esa nada inicial nos curamos de nuestra peor enfermedad, la ignorancia. Ahora sí que podemos renacer.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain