Heidegger y el pavor
Los medios de comunicación están siendo especialmente cuidadosos con las imágenes de la pandemia. Con el objetivo, claramente, de no contribuir a agudizar el miedo ambiental al contagio, la silenciosa ola de pánico emocional que hace mes y medio atenaza las tripas del país.
Se evitan en lo posible emitir o publicar imágenes de los enfermos, especialmente de los que luchan o agonizan en las ucis. Sus rostros, sus edades o profesiones no califican, distinguen o matizan al ocupante de la camilla o cama hospitalaria más allá de lo que es: un paciente de Covid— 19. Las tragedias particulares, siéndolo en todos y cada uno de los casos, quedan para ser escritas y contadas más adelante, englobándose de momento, globalizándose en la estadística de muertos diarios, por comunidades, países, etc. La rutina cotidiana se ajusta a la curva de la epidemia y esta a su léxico; si estamos en escalada, en meseta, en pico o desescalada eufemísticamente sonará mejor que estar cuarentena, en riesgo de contagio o bajo la incertidumbre del mañana. Todo ello, cautelas, eufemismos, control informativo y el tono acrítico de los medios oficiales para contener en lo posible el pánico, y con él las protestas o revueltas.
Pero, ¿qué es el miedo? Uno de los últimos y grandes filósofos en estudiarlo fue
Para el pensador alemán, padre del existencialismo,
Si lo amenazador presenta el carácter de lo desconocido el temor se convierte en terror
los fenómenos constitutivos del temor pueden variar. Aquello que produce espanto es algo conocido y familiar. Si lo amenazador presenta, por el contrario, el carácter de lo desconocido, el temor se convierte en terror. Y cuando ambas características confluyen, entonces nos enfrentaríamos a una sensación individual o colectiva de pavor. Que podría acabar imponiendo el coronavirus si la ciencia no consigue imponerse a su letal capacidad de aniquilar seres humanos.
Ese miedo, pánico, temor, terror o pavor de las poblaciones bajo pandemia podría ser aprovechado por algunos gobiernos para endurecer leyes, limitar derechos e incrementar el control sobre los ciudadanos, con el argumento de garantizar su seguridad. Sería un grave error, sumado a los ya cometidos. Permanezcamos vigilantes al virus y cerrémosle la puerta, pero no dejemos entrar a las bacterias contaminadas del poder.
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