El Periódico Aragón

Pastores de mentes, que no de inteligenc­ias

- Emilio J. Martín Guerrero Pina de Ebro (Zaragoza)

Existen comunicado­res que su trabajo consiste en aleccionar al mayor número de gente, aunque ante tanto esfuerzo buscan compañía, nuevos pastores, de buen ver, de entre los miles que salen cada año de las facultades públicas y de esos centros de pago a los que, para iniciarse en único número clausus que se requiere es el de la cuenta paterna, y que pronto serán concertada­s y más adelante sustituirá­n –como ocurrió con hospitales y las clínicas– a las de todos.

El aspecto de los influencia­dores no es importante, eso sí, no suelen ser tontos y eligen gente mona, no simia, no, sino mona: agradable, de buen ver, para pastorear donde ellos no llegan; algunos solo con las horas extras que le dedican a predicar su discurso –bien cobradas, por cierto– podrían dar trabajo a docena y media de plumillas.

También saben elegir socios, de esos llamados «emergentes· que, desde lejos, ¡muy lejos!, se les ve el plumero por su verborrea, o por sus camarillas, o por la cara que le echa al asunto, o por los lazos que han conseguido haciendo lo que sea necesario y que solo necesitan publicidad y un empujoncit­o para auparlos a alcanzar el poder suficiente y, con suerte, que cambien sus cutres television­es privadas por una, o dos, cadenas de las públicas…

Engatusand­o a sus fanáticos con utopías inalcanzab­les consiguen poder y pronto se le suman los trepadores, lameculos, incautos y algún moderno desfasado, que, en gran número, pueden formar un partido –mejor dicho, una asociación de partidillo­s, grupitos, tantos que marean– y que con cierto apoyo mediático meten la pierna en el Poder con la idea de desmontar la estructura histórica y cultural, o de partidos históricos para alcanzar sus metas ideológica­s…

Con estos, o con quien haga falta –sea de la calaña que sea– pueden formar gobiernos inestables de coalición en el que sobreviven intercambi­ando «números» a costa de exigir lo que sea para seguir disfrutand­o de las ventajas que tiene el estar ahí… como sea.

Ya lo demás es buscar la fórmula de hacer abundante dinero rápido a costa de lo que sea. Ya se sabe: amigos de aquí, poderes de allí, presiones de acullá, susurros de unos, presiones de otros… ¡lo propio.

El chanchullo!

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