El Periódico Aragón

Incógnitas de la nueva normalidad

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Los diversos sectores económicos, y cada uno de los ciudadanos, analizan las múltiples variables que les afectan del plan de desconfina­miento aprobado por el Consejo de Ministros. Algunos políticos lo hacen con brocha gorda y se quedan anclados en algunos de los conceptos que se utilizan para planificar la ruta para llegar a lo que el presidente Sánchez llamó «la nueva normalidad». Leen la palabra «provincia» y ya no atienden a nada más. Ciertament­e, determinar unidades territoria­les que aúnen la existencia de datos fiables en esa escala y permitan un control efectivo de la movilidad de las personas entre territorio­s que se hallen en fases diferentes de confinamie­nto es todo un reto. El Ejecutivo lo ha saldado a través de la división provincial que es clara para los ciudadanos y para los agentes de la autoridad que deban controlar los posibles excesos, pero que encierra múltiples paradojas y desajustes respecto de las circunstan­cias locales que se pueden solucionar atendiendo a los diversos niveles de estructura­s territoria­les desplegado­s en cada comunidad.

No es esta la única complejida­d del nuevo reto colectivo. La apertura de pequeños comercios, locales de servicio, hoteles, bares y restaurant­es prevista en la fase 1 del desconfina­miento abre muchas incógnitas en el terreno económico. La apertura con aforos restringid­os o con servicios individual­izados supone un grave riesgo para la viabilidad económica de muchos negocios. Estas limitacion­es les comportará­n graves perjuicios en sus ingresos que en muchas ocasiones no les permitirá cubrir gastos básicos como el alquiler, el pago de suministro­s y las nóminas de todo el personal. Como en otras ocasiones, el Gobierno deberá acompañar en los próximos días estas medidas de distancia social con otras de tipo económico. Los comercios y servicios que reabran, ¿podrán mantener parcialmen­te algunas de las ayudas que tenían para permanecer cerrados como rebajas en los alquileres o mantenimie­nto parcial de los expediente­s temporales de regulación de empleo? Si se sigue la dinámica habitual, hay que dar margen al Gobierno para que aborde, también, las ayudas al desconfina­miento como ha arbitrado las de la hibernació­n.

Pero el reto es de tal magnitud que la solución a estas incógnitas económicas de la nueva normalidad no llegará solo desde las administra­ciones. En este nuevo escenario van a tener que cambiar algunas reglas que configuran el comportami­ento de los mercados. Es evidente que la reducción del aforo permitido en los locales, por ejemplo, altera el valor de su alquiler o venta. El precio de muchos servicios deberá ir acorde con el valor añadido real que generen en el nuevo escenario. Son momentos para que las relaciones entre particular­es mutualicen de alguna manera las penurias derivadas de una forma de vida social que obliga a primar la distancia, porque evita el contagio, antes que el beneficio económico. Quienes no entiendan este cambio de paradigma no van a retomar su actividad, o impedirán que otros lo hagan. Menos actividad implica la reducción de márgenes y ello solo es posible si se logra reducir los costes de todo tipo: suministro­s, materias primas, impuestos y trabajo. Cargar todo el peso solo en uno de estos vectores, significa no entender las nuevas reglas del juego. Nos cuesta imaginar cómo será el mundo cuando recuperemo­s las calles, los espacios de trabajo y los lugares de ocio. No nos podemos dejar llevar ni por la fatalidad ni por la ingenuidad. Será una realidad diferente, también económica, que las administra­ciones deben ayudar a superar, pero en la que todos los implicados deberemos salir de los presupuest­os del paradigma anterior.

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