La desescalada, de principio a fin
Movilidad, trabajo, grupos de población, comercio, bares y espectáculos, la operación punto por punto Las dudas prácticas que el plan del Gobierno plantea al ciudadano están lejos del eje de la confrontación política Los bares de Aragón ven «inviable» l
Desde el primer momento, la gestión de la crisis del covid-19 ha sido una cuestión de equilibrios: entre la crisis sanitaria y la económica; entre la dureza del confinamiento y la infausta curva; entre los expertos y los políticos; entre las directrices y normas del Gobierno y la responsabilidad de la ciudadanía. Decretado ya el inicio de la desescalada, la crisis pasa a ser un enorme rompecabezas, el que deben construir las administraciones para diseñar el camino hacia la nueva normalidad de una sociedad entera: relaciones sociales y profesionales, vuelta a la actividad económica de todos los sectores, las normas que regirán los espectáculos culturales y deportivos. Muy a trazo grueso, para detener el país bastó con dar la orden de confinar a toda la población en casa. Poner
El agrio discurso político contrasta con las preguntas más corrientes, vinculadas al inicio de la vida cotidiana
en marcha de nuevo requiere una planificación sin precedentes que debe diseñarse y llevarse a cabo sin perder de vista la evolución de la pandemia en los hospitales, el dinosaurio que durante mucho tiempo seguirá estando allí cuando nos despertemos.
La nueva normalidad, el eufemismo del momento, aguarda al final de un camino que empieza este fin de semana y que se alargará ocho semanas, o al menos en ello confía el Ejecutivo. El rompecabezas se estructura en fases y afecta a todos los ámbitos de la vida. Las redes y los medios van llenos de preguntas y respuestas. Es poco razonable exigir al Ejecutivo que tenga en cuenta todas las casuísticas posibles. Cabe apelar a las consignas claras y a la responsabilidad ciudadana. Más que nunca, el papel de la ciudadanía será clave. El Gobierno por ello insiste en la unita dad. En el campo político cuesta encontrar la unidad de acción, como se vio de nuevo ayer en el Congreso. Que la decisión más controvertida sea que la unidad de referencia en la desescalada es la provincia da fe de que las cuitas políticas van por vías diferentes que las de los ciudadanos. Es poco discutible que el corte geográfico da lugar a situaciones extrañas, pero la acritud del debate a cuenta de este hecho contraslo con el pulso de la conversación pública. ¿Cuándo verán los abuelos a los nietos? ¿Cuándo abrirán los gimnasios? ¿Será posible ir a la playa? ¿Cómo serán las bodas y los entierros? Estas preguntas y otras similares son las que preocupan a la ciudadanía. La magnitud de la crisis pone de manifiesto, una vez más, la brecha entre la conversación a pie de calle y el discurso político. Esa enfermedad tiene muy difícil cura. ☰