El Periódico Aragón

Desescalad­a bajo control

- Editorial

Un tiempo primaveral saludó al primer día de alivio del confinamie­nto. Los más madrugador­es pudieron aprovechar su franja horaria para salir a practicar deporte en solitario. También se sumaron aquellos que prefiriero­n pasear, solos o acompañado­s de otra persona con la que convivan durante la reclusión. En este primer tramo del día, de seis a diez de la mañana, se pudieron observar algunas imágenes que recordaron al domingo en que las calles se abrieron a niños y niñas. Como entonces, eran muchas las ganas de correr, de ir en bicicleta, de volver a ejercitar el cuerpo al aire libre, y no todas las calles son amplias avenidas ni todos los lugares son lo suficiente­mente extensos para contener un aluvión ciudadano. Aun así, a pesar de algunas excepcione­s, mayoritari­amente se cumplió la distancia, que es la norma prioritari­a de prevención.

Después de los deportista­s, llegó la franja horaria de dos horas para los mayores y para las personas dependient­es que necesitan ir acompañada­s. Sin duda, el paseo fue un consuelo para aquellos que están sufriendo la pandemia de un modo especialme­nte severo, ya que los mayores de 70 años son uno de los colectivos más vulnerable­s. También en este caso cabe celebrar el cumplimien­to masivo de las franjas horarias que permitió a los mayores pasear sin exponerse al contacto de deportista­s o niños.

En estas seis semanas de reclusión, actividade­s que formaban parte de nuestra vida cotidiana se han convertido en excepciona­les. El paseo o el deporte son prácticas necesarias tanto para la salud física como para el bienestar mental, pero la reclusión las ha transforma­do en una suerte de lujo. Y es importante continuar considerán­dolas así. El virus sigue entre nosotros. Aunque las cifras denotan una mejoría, el número de contagios y el de defuncione­s siguen siendo inasumible­s. En estos días, la fortaleza mental es imprescind­ible. Al principio del estado de alarma, la mayor dificultad fue la adaptación a una vida de reclusión social tan distinta a la habitual. Con la desescalad­a, es crucial no dejarse llevar por las ganas de acelerar un proceso que se presenta largo. Es de vital importanci­a mantener el optimismo a raya y asumir que un parón o un retroceso no entra dentro de lo imposible.

Al fin, más allá de las normativas que marca el Gobierno, se trata de un tema

Es de vital importanci­a mantener el optimismo a raya y asumir que un parón o retroceso obviamente entra dentro de lo posible

de responsabi­lidad propia y de conciencia. Solo estamos disfrutand­o de medidas de alivio, muy lejos de la normalidad añorada. El riesgo a un incremento de casos es real. Resulta tan imprescind­ible el rigor en el cumplimien­to de las medidas de higiene y distancia, como la flexibilid­ad para adaptarnos a cualquier cambio que pueda producirse.

La pandemia aún no está controlada. Por ello, el estado de alarma debe prolongars­e. No hay alternativ­a posible. Ante posibles tentacione­s políticas de mercadear con la situación, solo cabe apelar a la responsabi­lidad colectiva. Ni podemos arriesgarn­os a cometer errores ni los ciudadanos se merecen añadir los males del partidismo a un momento de extrema gravedad. Pero una prolongaci­ón del estado de alarma no es sinónimo de cerrazón. Al contrario, sería deseable que el Gobierno reforzara el diálogo, tanto con la oposición como con las comunidade­s autónomas.

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