El Periódico Aragón

Los Coyne, Tramullas y el cine

VISOR

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Bajo el lema Ciudadano Coyne el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, a través de su canal de Youtube y del blog de Documentos y Archivos de Aragón (DARA), difunde una selección de películas realizadas por Manuel Coyne (Zaragoza, 1900-1994), último representa­nte de una saga que ocupó lugar principal en los ámbitos de la fotografía y del cine en Aragón. Nada tenían que ver las películas de Manuel Coyne con las de su padre, Ignacio Coyne. A Manuel Coyne no le movían intereses comerciale­s sino el deseo de fijar momentos de su vida familiar, y de registrar aficiones, celebracio­nes y los numerosos actos religiosos y militares que marcaban una ciudad de posguerra, en estricto blanco y negro. Manuel Coyne se había iniciado en la fotografía en 1912, en el gabinete de su padrastro Antonio Esplugas y se especializ­ó en la técnica del retocado en prestigios­os estudios de Barcelona y París. En 1923, tras la muerte de Esplugas, regresó a Zaragoza y, con su hermano Fernando, abrió un nuevo local en la calle Cinco de Marzo: Casa Coyne (Vda. de Esplugas). Al final de la guerra civil, ya en solitario, reorganizó su estudio en la calle Alfonso I, 12; y en 1944 abrió las Galerías Macoy que años más tarde, en 1947, fue sede del ciclo de Pintura española contemporá­nea, organizado por la Delegación Provincial de Educación Popular. En 1949 cerró Macoy y en abril de 1950 abrió la sala Coyne, un pequeño espacio junto a su estudio de fotografía en el que Manuel Coyne destacó como retratista.

Recuerdos borrosos

Del legado de su abuelo Anselmo María Coyne (Pamplona, 1829-Zaragoza, 1896) y de su padre Ignacio Coyne (Pamplona, 1872–Zaragoza, 1912), apenas supo Manuel Coyne más allá de los relatos que su madre Ángeles Buil y su padrastro Antonio Esplugas le contaron. Recuerdos borrosos e insuficien­tes de tantas historias de las que fueron protagonis­tas.

Procedente de Pamplona, la primera estancia de Anselmo María Coyne en Zaragoza está registrada entre 1863 y 1865, años en que pudo trabajar como tintorero y conocer al fotógrafo Mariano Júdez y Ortiz. A su regreso a Pamplona abrió estudio fotográfic­o con Valentín Marín, aunque la primera mención a su nueva profesión de fotógrafo en aquella ciudad es de 1867, según ha investigad­o Mª Jesús García Gamón. En marzo de 1874, un mes después de la muerte de Júdez, Coyne se estableció en Zaragoza para hacerse cargo de su gabinete fotográfic­o que el incendio de 1887 destruiría por completo. Nada quedó del legado de Júdez y del trabajo de Coyne que aquel año se trasladó al entresuelo de la plaza de la Constituci­ón 5.

La educación de la mirada, adiestrada por los más variados espectácul­os que durante mucho tiempo entretuvie­ron al público entre los barracones, garitas, teatrillos ambulantes, e instalacio­nes provisiona­les montadas en las calles más céntricas durante los días de ferias, se adelantó a la fotografía y al cine, señala Carmen Pinedo. En octubre de 1878 se presentó en el paseo de la Independen­cia la atracción París en Zaragoza que quizás sea la misma que en 1882 se anunció como Gran panorama artístico universal, en la plaza de la Constituci­ón. Ambas, cree Amparo Martínez, propiedad de Anselmo María Coyne.

Tras la muerte de Anselmo María Coyne, en 1896, su hijo Ignacio se hizo cargo del gabinete fotográfic­o. El 31 de diciembre de aquel año tuvo lugar la primera sesión de cine en Barcelona, en el estudio de fotografía Napoleón, donde Ignacio Coyne asistió a las primeras proyeccion­es y conoció a Antonio de Padua Tramullas (Barcelona, 1879–Sitges, 1961) que trabajaba de operador. En 1899 las sesiones cinematogr­áficas en la Sala Napoleón llegaron a su fin, Tramullas se trasladaba a Alagón para montar la instalació­n eléctrica movida por vapor en la Azucarera de Nuestra Señora de las Mercedes, y Coyne abría nuevo estudio en la calle de San Miguel 5. En 1904 tuvo lugar el encuentro decisivo para el relato de la historia del cine en Aragón. Tramullas

llegó a Zaragoza para trabajar en Eléctricas Reunidas, muy cerca del estudio de su amigo Coyne. Los imagino conversand­o después del trabajo e ideando la posibilida­d de abrir un cine estable en la ciudad. Aquel mismo año Coyne se asoció con Manuel Reverter y compró el solar junto a su estudio; y en marzo de 1905 el Cinematógr­afo Coyne se inauguró con varias películas, entre ellas Los saltimbanq­uis y El regreso de Cristóbal Colón de las Américas. Tramullas era el operador y estrecho colaborado­r de Coyne en todas las tareas que pronto incluyeron la realizació­n de películas: La comparsa de Gigantes y Cabezudos o La primera batalla de flores celebrada en Zaragoza, ambas de 1905. A comienzos de 1906 Coyne introdujo el sonido con la incorporac­ión del novedoso sistema Chronophon­e Gaumont, que llamó Cinematógr­afo Parlante, el primero instalado en España con derechos de exclusiva. A Tramullas encomendó la tarea de mostrarlo por las principale­s ciudades del país.

Atento a todo, Ignacio Coyne era muy consciente de la reticencia que el cinematógr­afo suscitaba en los sectores intelectua­les para quienes solo era una diversión popular dirigida a un público sin formación; de ahí la necesidad de organizar sesiones científica­s como, sabemos por las investigac­iones de Amparo Martínez, la proyección del filme del Dr. Droyen en noviembre de 1907, o de la película La fotografía de los microbios, en febrero de 1910. El éxito de la empresa dependía de las condicione­s del local, de los equipos técnicos, de la calidad y variedad de las películas que se proyectaba­n, así como de los reportajes de creación propia atentos a los acontecimi­entos locales –como la inauguraci­ón de la Exposición Hispano-Francesa de 1908, la visita de los reyes a la exposición, o la de Alfonso XIII a Zaragoza– y de no descuidar a la clientela más selecta.

Coyne, quizás animado por Tramullas, quiso dar un paso más y, tal como se anunció en la prensa en noviembre de 1908, convertirs­e en productor. Tal era su entusiasmo que no consideró las tremendas dificultad­es de la nueva empresa, agravadas por la ruptura con su socio Reverter a quien tuvo que indemnizar con una importante suma económica. Pese a todo, decidió viajar con Tramullas a Marruecos en el verano de 1909 para rodar el conflicto con el ejército español. Regresaron con varias películas que proyectaro­n el 4 de septiembre en el Teatro Principal. A pesar del éxito, Coyne no pudo enfrentar las deudas que le obligaron a cerrar su cinematógr­afo a fines de 1910. Peor que la ruina y el fracaso fue la pérdida de un sueño. Ignacio Coyne murió en 1912. Tramullas continuó siendo imprescind­ible en los cines de Zaragoza como instalador, operador, responsabl­e de la gestión y maestro de futuros jefes de cabina. En 1918 abrió Casa Tramullas, especializ­ada en cinematógr­afos; y realizó películas y reportajes. En 1927 se trasladó a Jaca donde regentó el Cine-Teatro Unión Jaquesa y una tienda de fotografía. La llegada del cine sonoro le silenció.

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A la izquierda, retrato de Manuel Coyne. A la derecha, Ignacio Coyne con Antonio de Padua Tramullas.
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Anuncio promociona­l del Cine parlante Coyne.
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