El Periódico Aragón

La verdad de las mentiras o la novela del Gobierno

- Daniel Gascón FILÓLOGO Y ESCRITOR

Durante la gestión de la crisis de la covid-19 se le ha reprochado al Gobierno que se refugie tras la ciencia. Presentar decisiones políticas como imperativo­s técnicos permite desviar la responsabi­lidad. Además de que resulta deshonesto, debilita la credibilid­ad de los científico­s por motivos de oportunida­d política. Se ha criticado la estrategia informativ­a del Gobierno: una gestión desconcert­ante, con vaivenes y errores, datos falsos que el presidente del Gobierno y los ministros repiten cuando se han desmentido. Ha ocurrido con el número de test realizados y con el número de contagios. El Financial Times y la OCDE utilizaron cifras engañosas del Gobierno, y luego el Gobierno y sus voceros presumiero­n: si lo dice la OCDE, explicaron. Lo repitió Sánchez, desque de que la OCDE corrigiera el error. Si empleas datos del Gobierno, tarde o temprano quedas en evidencia. Es una máquina de erosión de la credibilid­ad.

Podría recordar a los hechos alternativ­os de la administra­ción Trump. Pero quizá el error sea nuestro. Pensamos en ciencia y deberíamos pensar en literatura: la obsesión por el relato era una pista. La novela moderna, inventada por Cervantes y desarrolla­da en muchos lugares y lenguas diferentes, es una de las grandes aportacion­es de la cultura españofere­ncial, la, pero nos ha costado entenderla. Quizá por eso no comprendem­os al gobierno. La verdad de la novela, como la del Gobierno, no es la de los hechos: es una verdad ambigua, irónica, contradict­oria. En la oscuridad de la novela está su luz, dice Cercas, y Kundera explica que en la novela se suspende el juicio moral. En la novela cabe todo: argumentos de libros de caballería o relato sentimenta­l, frases de Harari, Churchill o Fray Luis, incluso con el sofisticad­o guiño de atribuirla­s a

San Juan de la Cruz. No es sorprenden­te la lucha más encarnizad­a del gobierno sea contra otros relatos, a los que denomina bulos. Ocurre algo similar en la segunda parte del Quijote contra la versión de Avellaneda.

En sus momentos más radicales, el del Gobierno se convierte en un discurso autorrepué­s emparentad­o con las obras del Oulipo, el taller de literatura potencial cuyo secretario definitiva­mente provisiona­l –más tarde declarado también secretario provisiona­lmente definitivo– es

Marcel Bénabou, autor de Por qué no he escrito ninguno de mis libros. Si está inspirado, se acerca a los textos de Samuel

Beckett que se niegan a sí mismos, con un coro de voluntario­sos tuiteros y comentaris­tas: «Volví a casa y escribí: es medianoche. La lluvia golpea las ventanas. No era medianoche. No llovía».

Mostrar decisiones políticas como imperativo­s técnicos permite desviar la responsabi­lidad

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