Emergencia mediática
En estos días de pandemia se habla mucho y con razón, de la emergencia sanitaria. También de la emergencia económica que planea sobre la economía que amenaza, una vez más, en ensañarse con los más débiles. Hay como mínimo tres factores que están contribuyendo a esta emergencia mediática. El primero, la dificultad de explicar técnica y estadísticamente, de manera clara, sencilla y rigurosa, los pormenores de la evolución del Covid-19. El segundo, la política informativa del Gobierno que es claramente mejorable, al estar incurriendo en una serie de errores casi infantiles que le restan eficacia y credibilidad.
Pero el factor decisivo está protagonizado por una serie de grupos, conocidos por todos, donde sistemáticamente se construye una explicación falsa, sesgada y sin ningún rigor. Esta propagación de la mentira busca legitimidad de manera torticera, en el derecho a la libertad de expresión. Falso. En España desde hace ya mucho tiempo, existe libertad de expresión. Cualquiera puede expresar sus ideas y opiniones con total libertad, desde la crítica al Gobierno, faltaría más, hasta la defensa de el tierraplanismo o el negacionismo climático, no hay ningún problema, pero jamás se debería aceptar que la información, es decir, los datos, los hechos tangibles y comprobables se trastoquen con el fin de crear un estado de confusión, miedo y desánimo en la ciudadanía con oscuros intereses, porque eso no es libertad de expresión. Eso es otra cosa.