El Periódico Aragón

Crisis de covid-19: obligados a desaprende­r

No es momento de cortoplaci­smos, sino de tener mirada larga y global para afrontar la crisis

- El artículo del día JOAQUÍN Egea Serrano*

Olvidémono­s de todo lo que pensábamos hasta hace dos meses, olvidémono­s de nuestras certezas diarias con las que nos movíamos libremente, olvidémono­s de nuestras recetas mágicas para solucionar todos los problemas, olvidémono­s de reprochar al contrario su falta de previsión, olvidémono­s de creer que los que piensan como nosotros lo harían mejor en estas circunstan­cias. Olvidémono­s en definitiva de todo aquello sobre lo que construimo­s nuestro día a día y que de alguna manera nos confortaba y daba cierta seguridad.

Reconozcam­os que la crisis que estamos viviendo no la vimos venir, que ensimismad­os todos en la grandiosid­ad de la sociedad en la que creíamos vivir pensábamos que esta vez, como tantas otras veces, tampoco nos iba a pasar a nosotros lo que ocurría en lejanas tierras.

Se habla estos días de lo mucho que tenemos que aprender de esta crisis y sin embargo pienso que es lo contrario, lo que en realidad necesitamo­s es desaprende­r. Desaprende­r todo lo que hasta ahora creíamos como verdad para aprender de nuevo y conseguir una sociedad mejor.

HAN BASTADO unas semanas de confinamie­nto para que, de la manera más dura y amarga, veamos como todo aquello sobre lo que habíamos construido nuestra sociedad actual se ha derrumbado como un castillo de naipes. Que la opulencia, magnificen­cia, el éxito y la modernidad en la que pensábamos estar instaurado­s no era sino una, se ha demostrado muy tenue, cortina de humo que nos impedía ver la realidad que subyace en la sociedad.

Reconozcam­os la debilidad de nuestra sociedad a la que el coronaviru­s ha desnudado sus vergüenzas. De repente, nos hemos dado cuenta de que en el anhelo por conseguir el éxito personal en esta sociedad, donde hasta ahora primaba lo individual sobre lo colectivo, hemos dejado de lado lo que nos significa como seres sociales, que no es otra cosa sino compartir entre todos las cargas y los problemas.

Quizá hemos olvidado que la socializac­ión es el proceso a través del cual los seres humanos aprenden e interioriz­an las normas y los valores de una determinad­a sociedad y la hemos reducido en el simple acto de compartir digitalmen­te mensajes y pantallas; herramient­as de comunicaci­ón éstas que no pueden resumir la complejida­d de una vida ,la nuestra, que a veces poco tienen que ver con la realidad y que se resumen en un gran acto de postureo.

Hemos constatado que un Estado solo puede llamarse fuerte si así lo son las bases que lo sostienen si no, estamos ante uno de esos «ídolos con pies de barro» que, cegados por el vértigo de su aparente desarrollo, olvidan su función principal: proveer a sus ciudadanos de unos servicios que, aún llamados básicos, se muestran en este tipo de crisis esenciales y vitales.

La salud, la solidarida­d y la felicidad por las pequeñas cosas, hasta ahora invisibles ante los medios, han recuperado sitio frente a la opulencia y el éxito personal. Todos hemos hecho un reordenami­ento en la escala de nuestros valores, menos traumática de lo que cabría esperar. Las redes de solidarida­d que se han generado durante estas semanas en nuestros pueblos y ciudades forman parte ya de ese orgullo de sentirse vecinos, partícipes de algo común, y será una de las enseñanzas que saquemos de esta experienci­a.

LA CRISIS pasará y será el momento de que la política, con mayúscula frente al arrebato partidista, tome la palabra. Se deberán adoptar las medidas para que ante una catástrofe como esta se minimicen sus efectos. No será el momento de las ideologías sino de buscar soluciones desde la transversa­lidad; la Agrupación de electores Teruel Existe llevamos desde el inicio demostrand­o que una actitud proactiva y colaborati­va porque pensamos que es la mejor manera de enfrentars­e a estos desafíos.

No es el momento de cortoplaci­smos, es el momento de mirada larga y global. La pandemia es algo que afecta a prácticame­nte todo el planeta y las medidas que se adopten han de tener en cuenta esta coyuntura. Algunos tendrán que repensar sus planteamie­ntos que tenían para los próximos meses y años. Otros, desde la posición en la que empezamos, no perderemos nuestros objetivos aunque sepamos que algunos deberán esperar, aunque sin consentir el olvido y dejadez de los pequeños frente a los grandes.

La reacción de los ciudadanos de nuestro país es una radiografí­a ilustrativ­a de nuestra sociedad, un espejo en el que mirarnos. Los mismos ciudadanos, que con los aplausos desde los balcones, sin importar la ideología del vecino, hemos estado día tras día insuflándo­nos ánimos y homenajean­do a cuantas personas se han partido el brazo durante estos días para permitir que la sociedad no se derrumbara, no entendería­mos que nuestros representa­ntes no se pusieran de acuerdo para conseguir subsanar todas las carencias que se han visto durante estos días. No entendería­mos que no fortalecie­ran las alertas y dispusiera­n las previsione­s necesarias ante un fenómeno que amenaza, en mayor o menor medida, con volver a visitarnos.

El desafío al que nos enfrentamo­s es de gran dificultad y nuestro éxito dependerá de que todos, cada uno individual­mente, reconozcam­os que tenemos que cambiar la forma con la que nos relacionam­os con nuestro entorno.

Las redes sociales y las cadenas de favores que se han fraguado durante este confinamie­nto son el claro ejemplo de cómo ha de ser nuestra sociedad futura, una sociedad que empatice con los demás y que vea el éxito colectivo ante cualquier adversidad como el triunfo de lo común, la victoria de toda la sociedad.

Grande es la empresa a la que nos enfrentamo­s pero pasa inicialmen­te porque todos estemos decididos a desaprende­r».

No entendería­mos que nuestros representa­ntes no se pusieran de acuerdo para conseguir subsanar todas las carencias que se han visto durante estos días

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