El Periódico Aragón

Una ración de miedo y otra de alegría

Los bares con terraza pudieron recibir ayer a sus primeros clientes Solo el 10% abrieron

- I. T. G. ZARAGOZA

«Si te digo la verdad estaba más tranquila con la cafetería cerrada. Estaría perdiendo el mismo dinero, pero en algún momento había que abrir», asegura Cristina Pemán, propietari­a de Dídola, una cafetería en la calle Don

Jaime. Ellos abrieron ayer porque tienen terraza en la que servir a sus clientes. Ahora bien, el otro establecim­iento que tenían, otra cafetería en la calle María Zambrano, no volverá a levantar la persiana. «Lo pensábamos dejar, pero ahora no nos ha quedado otra», cuenta Pemán. El estado de alarma les pilló con el bar de Don Jaime recién abierto. Invirtiero­n bastante dinero que tardarán mucho en recuperar. «Hemos tenido que pedir un préstamo al ICO (Instituto de Crédito Oficial). Ha sido un palo económico», advierte.

En Dídola se han reinventad­o para satisfacer la demanda de los numerosos ‘buscadores’ de terrazas. Estaban especializ­ados en repostería casera, pero ahora también sirven tapas saladas porque, explica Pemán, es «lo que esperan los que vienen a la terraza». En esta cafetería han establecid­o unos tiempos máximos de estancia en las mesas en su terraza para asegurar la rotación de clientes y conseguir que el nego

«Estaba más tranquila con la cafetería cerrada y estaría perdiendo el mismo dinero»

«De momento solo estamos trabajando los de la familia y un empleado, pero somos optimistas»

cio sea viable. Si pides una bebida puedes estar media hora. Si además coges un pincho, una hora. Y si eliges bocadillo puedes permanecer hora y media. «Esperamos no tener que decirlo, pero hay gente que se olvida», comenta la dueña de esta cafetería, que asegura que las propinas han aumentado. «Nos pagan dos euros por un café, se ve que les damos pena», ríe.

Según los datos proporcion­ados por la asociación de hosteleros Cafés y Bares de Zaragoza, aproximada­mente un 10% de los bares y restaurant­es abrieron ayer sus puertas. O sus terrazas, mejor dicho. En El Tubo la muchos esta

El Tubo, casi un desierto

«Vamos sobre la marcha. Esperamos remontar cuando podamos recibir clientes dentro»

«No quiero que me den dinero. Quiero que me ayuden para poder trabajar»

blecimient­os son pequeños y viven de sus barras, ya que la mayoría de bares no tiene terraza. Bodegas Almau es una excepción, y ayer era casi el único en toda esta céntrica zona de tapas que estaba abierto. La terraza, como no, estaba llena.

«Están viniendo muchos de nuestros clientes habituales. Muchos no son ni de la zona, son de barrios como La Paz o San José, pero han querido venir», explica Miguel Ángel Almau, miembro de la cuarta generación al frente de esta taberna que cumple este año 150 años. «Ha caído así, la celebració­n habrá que hacerla más adelante, pero se hará.

Almau reconoce que tenía ganas de ver su bar abierto de nuevo, aunque se le hace extraño estar rodeado de locales cerrados. «Poco a poco irán abriendo más», cuenta. Ahora, no dan ni cartas, ni servillete­ros ni ceniceros, y los camareros van protegidos con pantallas protectora­s.

«De momento solo estamos trabajando los de la familia y un empleado que hemos rescatado del ERTE, pero somos optimistas. Esperemos que pueda haber fiestas del Pilar y que todo vuelva a la normalidad», expresa Almau.

Lo mismo responde cuando se le pregunta por el futuro Pilar Ballestero­s, propietari­a de la arrocería El Rincón de Luis, en la calle Santiago. «Ay –suspira–, qué te diría yo. Vamos sobre la marcha. Como el local es grande, esperamos remontar cuando podamos recibir clientes en el interior del restaurant­e». Ayer, con aparente cara de júbilo, montó su terraza, aunque ella y la cocinera, la única empleada que ha vuelto a trabajar por ahora, querían dedicar el día a poner a punto la cocina.

Ballestero­s quiere que el ayuntamien­to le permita poner más mesas en su terraza y poder así «trabajar un poco más». «De momento vamos a estar las dos solas. Hasta donde lleguemos», dice, y eso que van a empezar también a servir arroces para recoger en el local. «Pedimos una fianza por las paellas y cuando nos las traen se la devolvemos», explica. «Si todos los que han llamado esta mañana acaban haciendo un pedido el sábado serviremos 50 raciones para llevar», asegura. «No quiero que me den dinero. Quiero que me ayuden a trabajar y para eso tienen que aclarar lo de los ERTE. Si tengo que abrir con todos los empleados no me sale a cuenta», finaliza.

Por contra, desde la Plataforma contra el ruido del ocio nocturno en Zaragoza piden que no se relajen las medidas de funcionami­ento de los bares ya que son «lugares peligrosos» en donde se concentra gente «durante un tiempo considerab­le». Por ello piden que no se les conceda un «trato privilegia­do» y funcionen con las restriccio­nes que tienen el resto de los comercios. Platos para todos los gustos.

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