El Periódico Aragón

Futuro incierto

- Luis Ignacio Pérez Navarro Zaragoza

Estoy muy preocupado en cómo va a afectar la ley de educación (LOMLOE) al alumnado con necesidade­s educativas especiales.

Se quieren eliminar los centros de Educación Especial y meter a todos los alumnos con discapacid­ades en Centros de Enseñanza Ordinaria.

Todo empezó cuando el CERMI, Comité Español de Representa­ntes de Personas con Discapacid­ad, promovió el cierre de los Centros de Educación Especial.

Convencier­on a Isabel Celaá de ello y ahora la ministra de Educación está empeñada en aprobar el llamado vaciamient­o de estos centros para que, poco a poco, todos los alumnos con necesidade­s especiales vayan a centros ordinarios. Quiere acabar con los centros especiales ahora que estamos todos ocupados con el coronaviru­s.

Tanto la enseñanza especial como la inclusiva pueden coexistir. El que quiera llevar a su hijo a un colegio normal que lo lleve y el que no, no. Probableme­nte lo que Celaá y el CERMI no pueden soportar es que la inmensa mayoría de los padres con hijos con discapacid­ades psicomotri­ces prefieran llevarlos a centros especiales; allí sus hijos están bien cuidados, bien tratados y se sigue su ritmo. No así en la enseñanza ordinaria.

¿Cómo es tan difícil comprender que un profesor en un centro escolar normal no puede atender a alguien con necesidade­s especiales, aunque quiera? ¿Cómo se puede ser tan insensible al clamor general de las familias de los afectados que ven que esta decisión del Gobierno va a ser el final de la educación para sus hijos?

Hace unos días me mandaron un video interesant­ísimo por WhatsApp de uno de esos padres, el mago More. Explicaba que el mayor problema es que las personas que han estado en un centro especial van contentísi­mas, se sienten muy integrados y aprenden muchas cosas. Los pocos que van a un colegio normal se sienten diferentes y discrimina­dos, y no quieren ir. El mago More criticaba la cerrazón de miras del Gobierno y pedía apoyo de toda la sociedad. Mi sorpresa fue mayúscula al darme cuenta de que, al intentar reenviarlo, estaba censurado.

Quieren que no nos enteremos y nos callemos antes sus errores y arbitrarie­dades. De nosotros depende que no lo consigan.

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