La calle se llena de incertidumbre
Un 10% de bares abrió terrazas y las tiendas esperan negocio Las zonas fronterizas inician la actividad a dos velocidades PSA reanuda la producción y las auxiliares esperan que sea revulsivo El Pilar congrega ya a los fieles y la Virgen, sin manto por
Día uno de la fase uno de un largo periplo que nos ha de conducir a la conocida como nueva normalidad. Este lunes fue el primero en casi dos meses en el que los zaragozanos pudieron salir a la calle para disfrutar de terrazas y comercios, que hasta ahora estaban cerrados. Y las ganas de salir se hicieron evidentes, al menos por la mañana, que no llovió. Sin ir más lejos, el tráfico era mucho mayor. Los coches ya ruedan en compañía, aunque, eso sí, sus propietarios tienen que volver a familiarizarse con los tiempos de los parquímetros. Desde ayer, las zonas azules y naranjas están reestablecidas.
Si uno hubiese permanecido en un profundo letargo desde el pasado mayo hasta hoy y apareciese ahora en la plaza Aragón seguramente tardaría en darse cuenta de que algo raro ha ocurrido, si no fuera por las mascarillas que tapan el rostro de la mayoría de la gente. Los tapabocas vendrían a ser el cartel de Coca Cola en la película Good Bye Lenin. Las calles volvieron ayer a la vida y paseando cuesta imaginarse que estas mismas avenidas llevan vacías semanas. Pero afinando un poco la vista y poniendo el ojo en los soportales del paseo de la Independencia se percibe otra diferencia con respecto a la época antes del virus (a.V.): los comercios. Muchos siguen cerrados y los que han abierto lo han hecho con restricciones.
A las puertas de una tienda de cosméticos tres mujeres hacían fila. La dependienta salió y les explicó que tardarán todavía un poco en abrir. Una de las mujeres era Begoña, que era la primera vez que volvía al centro desde que se decretó el estado de alar
ma. «La última vez que vine los árboles estaban pelados. Ahora míralos, qué verdes están. Vengo a comprarme cremas y cosas que no he podido adquirir hasta ahora», explicaba.
Conforme uno bajaba hacia plaza España se daba cuenta de los esfuerzos de los demás por mantener las distancias. Levantando la vista, a lo lejos, se vislumbraban unas figuras extrañas. Eran altas y estaban abiertas, como hongos gigantescos. Eran sombrillas. Las terrazas estaban abiertas. Y también ocupadas.
Bajo uno de estos parasoles estaban sentadas dos amigas, Ángela y Mónica. Llevaban dos meses sin verse y confiesan que han llorado cuando se han encontrado. Una se tomaba un agua y la otra, una cerveza. «Sé que son las 11 de la mañana, pero me da igual. Me he pedido una caña directamente. Tenía muchísimas ganas», comentaba. «La verdad que sí, que había ganas, pero yo soy un poco hipocondriaca y no estoy tranquila del todo», confesaba su compañera. Ambas dos están sin trabajo. «Empecé a buscar justo en marzo. Te puedes imaginar», decía la del agua.
CONTRASTE / Pero la alegría de los que ayer disfrutaron de las terrazas contrastaba con el pesimismo de otra parte de los que ayer volvieron a las calles: los comerciantes. «Lo veo muy negro», confesaba Ana Bosqued, propietaria de la tienda de souvenirs ¡Qué majico!, en la plaza del Pilar. Antes, el 80% de sus ventas eran a clientes de fuera de Zaragoza. «Ya me dirás qué hago yo ahora», se preguntaba. Ya ha perdido la Semana Santa y el puente de mayo, pero tiene la mira puesta en las fiestas del Pilar. «Y eso si no hay un rebrote. Si no hay pilares la tienda no llega a Navidad», confesaba apenada.
En la calle Alfonso otra comerciante hacía fotos a su escaparate, el de la tienda Arsènne Fitting. «Es para avisar a mis clientes en las redes de que ya hemos abierto y con todas las garantías. Había ganas de volver a trabajar, sí, pero la situación está siendo dura. Me esperaba menos gente en la calle, pero para remontar esta situación va a hacer falta mucho», aseguraba esta dependienta. Según la federación de comerciantes Ecos, ayer abrieron el 50% de los negocios que no podían hacerlo hasta ahora.
El alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, animó ayer a los vecinos de la ciudad a comprar en el pequeo comercio, aunque con prudencia para evitar un «rebrote». Por su parte, la delegada del Gobierno en Aragón, Pilar Alegría, pidió «no bajar la guardia». «Cualquier error por pequeño que sea puede llevarnos a retroceder», dijo Alegría.