Las mayores críticas
comentó, visiblemente indignada. El principal problema, lo señalaban todos, ha sido la dificultad de acceder a equipos de protección individual. «Y las dos veces que hemos tenido que retirar mascarillas defectuosas, con la angustia e incertidumbre que supone», recordaron varias profesionales.
Para Hernández y sus compañeras de la uci, que solo han trabajado con pacientes covid-19 en los últimos 60 días, la respuesta a esta «mala gestión de la crisis» ha sido la falta de previsión. «Pensamos que habría sido mejor rescatar al personal veterano, con experiencia, en lugar de hacer contratos a tanta gente que no sabía y que ha tenido que aprender a marchas forzadas», insistió. Y también otras cuestiones que sí dependían de los responsables sanitarios de Aragón. «Se tenían que haber repartido un poco mejor las camas de uci entre los dos hospitales, porque el Clínico ha estado saturado y en el Servet había camas libres, cosa que no entendemos», concluyó.
Cada profesional tiene una historia detrás en esta pandemia. Una historia que habla de sacrificio, de «separarse de la familia», de hacer «muchas más horas» y trabajar con miedo «porque los protocolos cambiaban cada día». Por eso ha pesado más la «falta de empatía», la «poca comprensión», que hacer frente a una pandemia sin precedentes con los recursos de los que se disponía.
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