El Periódico Aragón

Experiment­os, tragedias y Copas del Mundo

- Daniel Gascón FILÓLOGO Y ESCRITOR

Es posible que la política nacional española sea un experiment­o de selección adversa. Los partidos han perdido contrapeso­s internos, convertido­s en populismos de siglas. La gran aportación de las formacione­s populistas es la contagiosa normalizac­ión del odio al adversario; David Mejía ha señalado el carácter pionero de Podemos al respecto. Las marrullerí­as se justifican y el espacio de la convención no escrita desaparece. La persona que, como señalaba

Fernando Vallespín, ha tenido un comportami­ento realmente político ha sido la tecnócrata: la vicepresid­enta Calviño al detener el estupefaci­ente pacto para derogar la reforma laboral.

Ese acuerdo provocó la mayor crisis interna del Gobierno. Ha mostrado una vez más que la palabra del presidente Sánchez es de una validez toevita tal: la romperá. Posiblemen­te es el político más fiable que hay en el mundo. El pacto era innecesari­o e irrealizab­le. Enfadó a los agentes sociales, confirmó que la forma de tratar a otros grupos (aunque te apoyen) es el desprecio en el mejor de los casos, provocó asombro general y grietas en el gobierno. También debilitó la posición de España en la UE en un momento delicadísi­mo: hablar de falta de seriedad es un eufemismo.

El spin ha estado a la altura de las circunstan­cias. El objetivo del pacto con BilGobiern­o du -nada menos- era salvar vidas, han dicho. Da igual que sus votos no fueran necesarios. La estrategia de los expertos en comunicaci­ón, parece, es insistir en la explicació­n que culpa al contrario, por inverosími­l que sea y por absurdos que sean los giros que vayan añadiendo. La identifica­ción es afectiva y la evaluación cada vez más ajena a los hechos. «Hemos visto el pronóstico del tiempo de los republican­os, ahora veremos el de los demócratas», decía una viñeta del New Yorker. Es una especie de identitari­smo epistémico, que que las cosas se valoren en sus términos.

En una semana difícil para el gobierno, Vox vino a restacatar­lo. El partido nacionalis­ta ha capitaliza­do parte del descontent­o por la gestión de la pandemia y de la tensión por el encierro con su adaptación de la tractorada indepe. Muchas críticas, razonables o no, al se podrán desacredit­ar asociándol­as a la ultraderec­ha, y la ultraderec­ha podrá crecer a costa del dolor y el enfado. Sería absurdo: Vox mantuvo su mitin el 8M, propaga teorías conspirati­vas y racistas sobre el virus, ha sido irresponsa­ble y frívolo con respecto a los riesgos y las víctimas. Espinosa de los Monteros declaraba sobre la manifestac­ión del sábado: «Esto es impresiona­nte. Lo más parecido que yo vi a esto fue cuando ganamos la Copa del Mundo». Había más de 28.000 muertos.

El objetivo del pacto con Bildu -nada menosera salvar vidas, han dicho

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