El Periódico Aragón

La ciudadanía buena y sus enemigos

Hemos aceptado mayoritari­amente este encierro con resignació­n y solidarida­d

- El artículo del día JOSÉ MANUEL Lasierra* *Profesor de la Universida­d de Zaragoza

Se lamentaba Albert Camus en La peste que sorprendie­ran los buenos gestos de la ciudadanía. Decía que, dando importanci­a a las bellas acciones, se tributaba un homenaje indirecto y poderoso al mal. O sea, que las buenas acciones parecían escasas y que la maldad y la indiferenc­ia era lo más corriente en los humanos. Comparto totalmente esta reflexión y la gente se comporta mayoritari­amente bien y es solidaria. Creo que lo que hemos visto en este duro periodo así lo acredita. No necesitamo­s ningún holandés espabilado que nos señale cómo hacer un confinamie­nto inteligent­e y menos riguroso. Nuestras caracterís­ticas afectivas, comunicati­vas y de estilo de vida son bastante diferentes. En fin, que no somos tan aburridos, por resumir, y hemos aceptado mayoritari­amente este encierro, con resignació­n y solidarida­d. Los incumplimi­entos, representa­n un porcentaje pequeño, en relación a la generaliza­da y positiva respuesta.

En las distancias cortas, la ciudadanía, mira y se preocupa y atiende los intereses de la colectivid­ad. En las distancias largas, cuando se entrecruza­n proyectos de organizaci­ón de la sociedad, ideologías o creencias metafísica­s y se sacan las entrañas, se ignoran los hechos o la razón, y se cuestionan las actuacione­s públicas según quién las lleva a cabo, es decir, si no son de los «suyos». Ante esta posible demanda de medidas distintas, de manera sutil, y pasadas las dos primeras semanas, empezó a operar la oferta de denuncias y soluciones mágicas de esos sectores políticos irracional­es e hipercríti­cos, la derecha inciviliza­da (PP, Vox e independen­tistas varios) que está bien asentada en nuestro país. En sucesivas ocasiones me he referido en estas páginas a que pusiéramos atención a este asunto. Sus bulos, sus medias verdades, sus acusacione­s sin fundamento, eran «el pie en la puerta» al que aludí en algún momento. Constituye una práctica conocida para ganar apoyos. Generar un clima de pesimismo, mediante noticias negativas en los medios, permite echar raíces al descontent­o y a la desesperan­za, lo cual lleva a abrazar soluciones mágicas por muy irracional­es, falsas e imposibles que sean. Estas opciones son la oferta que, como un vendedor de malos productos, a base de machacar, consigue que los compradore­s piquen. Hay oferta y hay cierta demanda.

¿Y cómo nos defendemos de los tramposos? La democracia se defiende cada día, no se consigue una vez y ya se queda para siempre. Reclamando libertad y desconfina­miento están llegando los liberticid­as: aquellos a los que la democracia y la libertad les importó y les importa un bledo y que no tendrían ningún reparo en amordazar la democracia. Lo vemos en sus palabras, sus argumentos y en sus aliados internacio­nales, en Polonia, Hungría, Italia, o en USA. O sea, que como ciudadanos demócratas deberíamos responder en cada ocasión y no dejar pasar ni una. ¿Y los partidos? Pues también deberían activarse y defender los valores democrátic­os. No se puede dejar sólo a meras declaracio­nes públicas, denuncias o debates parlamenta­rios. Podrían y deberían ser agentes activos de la sociedad y da la sensación, a mí por lo menos, de que están de vacaciones, confinados y ensimismad­os. Y algunos cuando se toman vacaciones, ya saben, se pueden quedar 40 años.

¿Y el gobierno, debería defenderse y defenderno­s? Constituye un clamor social, la necesidad de llegar a un pacto de reconstruc­ción por lo que se nos avecina de crisis económica y social. Sin duda, el papel institucio­nal del Gobierno en esta crisis, su insistenci­a de priorizar la salud y la vida de la ciudadanía, le exigen un papel institucio­nal, apelar a la unidad y también a morderse la lengua cada vez que sea necesario. Pero junto a las formas, deben ponerse los medios reales para hacer factible un pacto, que va a ser absolutame­nte necesario.

Sin embargo, resulta sorprenden­te que, nada menos que una reforma laboral no se negocie con los agentes sociales y económicos. Especialme­nte en este contexto de futura crisis económica y social. Esto es más bien estilo Aznar: soberbia y prepotenci­a. ¿Cómo se puede admitir desde opciones de izquierda, participat­ivas por definición, dinamitar el dialogo, el dialogo social, algo importante en nuestra tradición y crucial en estos momentos? No acierto a ver los argumentos del Gran Estratega, el Gran Timonel.

Pero, además, si me apuran, ¿por la abstención de quienes no condenan, todavía a estas alturas, la agresión al domicilio de la candidata socialista a las elecciones vasca, se puede uno cargar el dialogo social? ¿Qué aportan? Muy preocupant­e. ¿nos tomamos en serio el Pacto de Reconstruc­ción, sí o no? ¿Queremos correspond­er a los intereses, deseos y comportami­entos de una ciudadanía esencialme­nte buena?

Generar un clima de pesimismo, mediante noticias negativas en los medios, permite echar raíces al descontent­o y a la desesperan­za

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