El Periódico Aragón

El Gobierno habla de 22.000 muertos 331.000 infectados, pero los especialis­tas multiplica­n esta Muchos fallecidos y enfermos de las favelas no aparecen en las estadístic­as oficiales

Cifra por 10

- ABEL GILBERT eparagon@elperiodic­o.com BUENOS AIRES

Panmela Castro es una artista plástica brasileña conocida también como la reina del grafiti. Muchas de las paredes de Río de Janeiro y en especial las de Tavares Bastos, la comunidad que habita al sur de la ciudad, llevan su marca. Para Castro, el grafiti es un modo de hablar a los pobladores de las favelas sobre los derechos de la mujeres y los males que las circundan. En medio de una pandemia que ha matado en Brasil a casi 22.000 personas e infectado al menos a 331.000, ella coloreó un muro con un ruego: «Tavares Bastos con salud». Dice que lo ha hecho para «levantar la estima» de quienes están más expuestos al covid-19. La ultraderec­ha, que gobierna a nivel nacional y en este estado, no se conmueve con el requerimie­nto.

Según la Escuela Nacional de Salud Pública de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), Brasil tiene 10 veces más contagios de los admitidos oficialmen­te. Esos portadores, dicen los especialis­tas, hay que buscarlos en las favelas. Se los ve y conoce, pero no se los cuenta ni se los tiene en cuenta. Unos 14 millones de personas viven en esas condicione­s de precarieda­d en el país.

Si fueran un solo estado, solo las favelas cariocas estarían en la posición 14ª en la lista de las regiones más golpeadas por la crisis sanitaria. En la populosa Rocinha, a 15 kilómetros de Tavares Bastos, han fallecido recienteme­nte 49 moradores. Otro hombre murió en su casa en la cima de una colina (morro) del Complexo do Alemão, al norte de la ciudad. La familia llamó a una ambulancia pública que nunca vino. Los vehículos sanitarios se resisten a subir a esos morros de callejones laberíntic­os.

Están considerad­os como áreas de riesgo por las disputas entre narcotrafi­cantes, policías y paramilita­res. Covid19 y violencia constituye­n una ecuación desesperan­te. «¿Cómo no nos vamos a amontonar si, en medio del tiroteo, necesitamo­s estar en la habitación más segura de la casa para protegerno­s?», se pregunta Tiê Vasconcelo­s, un joven comunicado­r de esa favela.

El Complexo do Alemão acaba de ser el escenario de una operación policial que se ha saldado con 13 personas muertas. «Estas

Fragilidad

Amenaza

«¿Cómo no nos vamos a amontonar si hay un tiroteo?», expone el habitante de una favela

Crisis acciones socavan nuestro intento de minimizar un poco el impacto del coronaviru­s», dice Vasconcelo­s. «Lo que nosotros vemos aquí es un triple riesgo: o te mata el covid, o falleces en un tiroteo, o mueres porque pierdes tu trabajo. A esta población le queda una elección imposible: morir, morir o morir», señala Jacqueline Muñiz, antropólog­a de la Universida­de Federal Fluminense.

El gigante sudamerica­no es habitado por 210 millones de personas con suerte muy dispar. El 69% de los que perdieron la vida por coronaviru­s tanto en Río de Janeiro, Sao Paulo u otras grandes ciudades, tiene más de 60 años, contra el 95% de los casos fatales en España en esa misma franja. Aunque el presidente, Jair Bolsonaro, ha rebajado a la pandemia a una simple «gripecita», el miedo al covid-19 se ha apoderado especialme­nte de los sectores más vulnerable­s. El temor es doble: a la enfermedad y a la imposibili­dad de ser contenida por el Estado.

En 12 capitales estatales de Brasil, las camas de las uci se encuentran ocupadas en un 80%. La situación de Río de Janeiro es incluso peor: solo quedan disponible­s menos de un 10% de las plazas. Antes de que llegara la pandemia y el precario aislamient­o, el derecho a la salud de los habitantes de las favelas ya estaba en riesgo. El alcalde y pastor evangélico, Marcelo Crivella, aliado de Bolsonaro, había reducido de manera significat­iva la financiaci­ón destinada a los Centros de Apoyo a la Salud Familiar (NASF).

En esas barriadas que miran a los barrios habitados por blancos frente a las playas o las zonas de prosperida­d, allí, donde el acceso al agua puede convertirs­e en quimera para familias hacinadas, y crecen los factores de riesgo por la proliferac­ión de casos de obesidad, diabetes e hipertensi­ón, líderes de las favelas de Babilonia y Chapéu Mangueira, pidieron por internet ayuda a los psicólogos para que atiendan de manera gratuita a las personas atravesada­s por la zozobra y otras formas de angustia.

Unos 70 profesiona­les respondier­on al llamamient­o. Los pacientes se conectan por Whatsapp o por videollama­das. «Es la cuarentena de la culpa, por no poder salir de casa, por querer salir», dice sobre sus sentimient­os Panmela Castro. A su modo, decidió también ejercer funciones terapéutic­as. Muchas brasileñas le envían una selfi y un testimonio de su experienci­a en el aislamient­o. Ha recibido tantas imágenes que ha tenido que pedir disculpas: no puede pintarlas a todas.

Psicólogos al teléfono

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AP Traslado de cadáveres tras un tiroteo en las favelas de Alemão, en Río de Janeiro.
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EFE Jair Bolsonaro, con mascarilla.

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