Generación marchita
Tengo 50 años, lo cual me hace prácticamente coetáneo con el jefe del Gobierno y formar parte de la misma generación. Y desde aquí quiero pedir perdón, aunque sirva de muy poco a todos aquellos familiares de las personas mayores fallecidas por esta pandemia de coronavirus. Esto lo hago en mi nombre, porque todavía no he oído a ningún representante institucional pedir ese perdón, supongo que será porque pedir perdón implica la asunción de una falta cometida. Al primero que se lo pido es a mi padre, fallecido por este virus, y decirle que por ello no cejaré en el empeño de buscar justicia ante todo tipo de tribunales para que los responsables de esta gestión respondan sobre ella, con independencia de la administración a la que pertenezcan, porque lo que creo que nuestros representantes públicos pretenden obviar es que, como en cualquier ámbito de la vida, quien ostenta un cargo ostenta su responsabilidad, cada uno la suya. Esto sucede en cualquier trabajo, empresa, familia o equipo de fútbol si me apuran. Con todo ello se comprobará en qué tipo de Estado de
Derecho vivimos, y si la separación de poderes obra de manera efectiva y no retórica. Pero hay una responsabilidad más global y es la que como generación en la cima de nuestras posibilidades hemos tenido para con la generación de nuestros padres. Nuestros padres fueron los que con su esfuerzo, trabajo, generosidad y amor consiguieron que hayamos vivido en paz y libertad todos los años de democracia posteriores a la dictadura pudiendo realizarnos personal y profesionalmente en lo que quisimos. Y el pago ha sido el que les hemos dado. Una sociedad que no respeta a sus mayores es una sociedad hueca, vacía y desprovista de cualquier dignidad. Por todo ello pienso que pertenezco a una generación marchita y me avergüenzo de pertenecer por edad a ella.