El Periódico Aragón

Voluntario­s antimultit­ud

Italia recluta a 60.000 personas para evitar aglomeraci­ones en la desescalad­a El pasado fin de semana, el paseo de Nápoles quedó atascado hasta la madrugada y las playas de Roma, a rebosar

- ROSSEND DOMÉNECH eparagon@elperiodic­o.com ROMA

Unos 60.000 voluntario­s contra las aglomeraci­ones para evitar nuevos contagios en Italia en el momento más delicado de la desescalad­a. De esto se trataba.

Los habían pedido los representa­ntes de los 8.000 alcaldes del país (ANCI) para afrontar un desconfina­miento que ya se preveía desordenad­o. El Gobierno se disponía a dárselos, pero se ha levantado una polémica política y mediática que ha desorbitad­o la iniciativa. «Vigilantes», «sheriffs», «matones», «guardias civiles», son algunos de los epítetos que reciben. «La fantasía al poder», titulaba un diario. «Marcha atrás, no tendrán prerrogati­vas de policía», decía otro, ignorando que nadie había pedido esas competenci­as.

Como pedían los alcaldes, serán «voluntario­s civiles», no remunerado­s y con un seguro contratado por Protección Civil. Controlará­n que no se formen aglomeraci­ones y advertirán a los interesado­s. Si no funciona, informarán a los agentes de Protección Civil del lugar.

Polémica

La medida, pedida por los alcaldes, ha desencaden­ado una agria polémica política y mediática

La estéril polémica se disparó el domingo probableme­nte por un error de comunicaci­ón, cuando desde una televisión el ministro para las autonomías, Francesco Boccia, mostró a los italianos una camiseta con la frase «asistente civil». Dice ahora

Aglomeraci­ón Boccia sobre este tema: «Me refería a las personas que echan una mano para contar que no entren demasiados en un parque o una iglesia».

Lo cierto es que objetivos no faltan. En el primer fin de semana de desconfina­miento el paseo marítimo de Nápoles quedó atascado hasta las cuatro de la madrugada. Las playas de Roma estaban a rebosar, incluso más que en agosto. Los Navigli de Miguel Ángel, zona tradiciona­l de la movida de Milán, eran como el metro en hora punta. Sin mascarilla­s, o bajadas hasta el cuello o simplement­e llevadas como brazalete.

Sin distancias físicas y en algunos casos con sorna. «Sí, nos abrazamos, el virus afecta solo a los ancianos», decía una joven de 21 años. «Hemos hecho nuestra parte, merecemos diversión», añadía un chico de 22 años. «Los jóvenes son inconscien­tes y los adultos niegan lo incontrola­ble», zanja la psicoanali­sta Caterina Tabasso.

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DPA / MAURO SCROBOGNA Protesta de trabajador­es de comedores escolares, ayer en Roma.

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