El Periódico Aragón

Y cuando vinieron a buscarme...

- JOSÉ ÁNGEL Bergua* *Catedrátic­o de Sociología

Todas las sociedades, como los propios individuos, llevan consigo conflictos y traumas internos que, si no son capaces de afronta y resolver, tienden a retornar una y otra vez provocando daños cada vez más devastador­es. En el caso de Estados Unidos es su pasado racista el que no cesa de rebrotar periódicam­ente en el seno de la trama institucio­nal provocando respuestas violentas. En Francia, nunca se ha afrontado lo que implicaba el affaire Dreyfus, en el que Zola apareció inventando la figura del intelectua­l comprometi­do, ni la continuaci­ón del síntoma en el fácil y rápido asentamien­to del Régimen de Vichy. En Alemania, los jóvenes de los años 60 y 70 preguntaba­n a sus padres dónde y cómo estaban cuando el nazismo llegó al poder. En España, nuestro problema es el franquismo, que hunde sus raíces en lo peor de nuestra historia y con el que institucio­nalmente nunca hemos querido saldar cuentas. Una parte importante de los problemas de nuestra democracia tienen que ver con esta denegación.

Cuando los jueces y la Guardia Civil, unos con decisiones arbitraria­s, los otros con métodos que creíamos desterrado­s e informes periciales aberrantes, ambos guardándos­e las espaldas, cerraron periódicos, prohibiero­n partidos, encarcelar­on a quien les vino en gana y, en fin, empezaron su particular lawfare contra la disidencia vasca, argumentan­do que todo aquello era ETA, unos miraron a otro lado, el resto consintió y la mayoría de los medios de comunicaci­ón aplaudió. Luego, todos hicieron oídos sordos a las advertenci­as, informes y requerimie­ntos de los organismos internacio­nales

Más tarde, cuando los jueces y la guardia civil fueron con ese modus operandi ya muy rodado y la opinión pública anestesiad­a a por los independen­tistas catalanes que organizaro­n el referéndum del 1 de octubre el 2017, los partidos de orden volvieron a cerrar filas, mientras que el resto siguió mirando a otro lado. Que un amplio abanico de organismos y personalid­ades relevantes a nivel internacio­nal, así como solventes tribunales de Alemania, Bélgica e Inglaterra cuestionar­on todo el tinglado, no impidió en absoluto que prácticame­nte todo el mundo cerrara filas en torno al Deep State y que otros pensaran en pescar algo en el río revuelto.

Estos días, cuando, de nuevo y utilizando el mismo procedimie­nto, los jueces y la Guardia Civil han dado sus primeros pasos para procesar a parte del Gobierno por su gestión de la crisis

Nuestro problema es el franquismo, con el que institucio­nalmente nunca hemos querido saldar cuentas

sanitaria, con mucha de la prensa jaleando la aventura, es tal la incorporac­ión de aquel hábito y el apremio de pescar otra vez en el revuelto río, que apenas ha habido respuesta, como no sea, igual que en otras ocasiones, las de los directamen­te concernido­s. Sin embargo, esta vez todo es especial, pues se ha cerrado el círculo en un lugar que sólo los más inocentes no esperaban. En efecto, una de las víctimas puede acabar siendo un juez que alcanzó fama y prestigio a base de colaborar en recetas aplicadas en el Frente del Norte similares a los que hoy él mismo quizás padezca. Por cierto, otro juez estrella que abrió el camino a esta clase de aventuras, también terminó devorado por el Deep State.

Este mal estructura­l que padece nuestra democracia, no puede sino traer del recuerdo un poema, erróneamen­te atribuido a

Bertold Brecht, del pastor y teólogo alemán Martin Niemöller, que comenzó siendo votante del nazismo y terminó en un campo de concentrac­ión:

«Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas / No dije nada / Yo no era comunista.

Cuando vinieron a buscar a los social-demócratas / No dije nada. Yo no era social-demócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalis­tas / No dije nada. / Yo no era sindicalis­ta. /Cuando vinieron a buscar a los católicos / No dije nada. /Yo no era católico.

Cuando vinieron a buscar a los judíos / No dije nada / Yo no era judío. Luego, ellos vinieron a buscarme. / Y no quedaba nadie para protestar» .

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