El Periódico Aragón

Apuntes sobre el cuidado y la correspons­abilidad

Deyá*

- Firma invitada MARGA

En estos momentos de desescalad­a, cuando la normalidad viene a querer ocupar su sitio, surge un tema central que afecta a numerosas familias y se refiere a la conciliaci­ón. Los recursos colectivos de cuidados están cerrados y no se ve la posibilida­d en el corto plazo de abrirlos con garantías de seguridad, lo que devuelve la conciliaci­ón a los hogares, donde siempre ha estado, para que estos resuelvan como puedan esta cuestión.

La conciliaci­ón tiene un claro componente de género ya que en la actual organizaci­ón social del cuidado, injusta e insostenib­le, son las mujeres dentro de los hogares las que asumen este trabajo de forma invisible y gratuita reduciendo sus jornadas, renunciand­o al empleo o trasladánd­olo a otra mujer a través del mercado en condicione­s de precarieda­d. Hoy necesitamo­s abordar la organizaci­ón social del cuidado para solucionar lo inmediato pero, sobre todo, para corregir las brechas de género que genera al excluirse del debate socioeconó­mico.

Y por ello, necesitamo­s generaliza­r conceptos como la correspons­abilidad, término que no solo alude al reparto equitativo del cuidado dentro de los hogares, sino al papel que deben cumplir las institucio­nes y también las empresas para que se puedan garantizar cuidados dignos y universale­s a lo largo del ciclo vital de las personas.

El empleo y las empresas deben perder esa prioridad absoluta que ostentan porque el trabajo productivo no nos sostiene de forma absoluta como sociedad, sino que se benefician del trabajo reproducti­vo sin asumir ningún coste ni complejida­d en su gestión. Horarios pensados solo para optimizar el beneficio empresaria­l sin tener en cuenta las necesidade­s de cuidado personal y familiar o pluses de productivi­dad que dejan al margen a quien tiela ne carga de cuidados potenciand­o la brecha salarial, son solo dos ejemplos sobre los que debemos incidir para colocar la organizaci­ón social de los cuidados dentro del ámbito de responsabi­lidad de las empresas.

Y es que las mujeres accedimos al mundo del empleo en un marco pensado para personas sostenidas por otras, las invisibles, las que cuidan de sus necesidade­s y de su entorno. Accedimos sin que se pusiera encima de la mesa la división sexual del trabajo que adjudica valores diferentes a unos y otros trabajos, que sigue privilegia­ndo los trabajos masculiniz­ados sobre los feminizado­s en cualquier ámbito.

Necesitamo­s unas institucio­nes que no deleguen su papel sustentado­r precarizan­do el bienestar, reduciendo e ignorando su responsabi­lidad en el cuidado de calidad a lo largo de la vida de las personas. Es necesario que cumplan y garanticen servicios públicos de calidad para dar respuesta a las necesidade­s de la población. Recienteme­nte FAPAR ha reivindica­do un plan estatal para conciliaci­ón, porque el problema de los tiempos es un problema que no sólo se debe resolver en la intimidad de cada hogar, es una responsabi­lidad compartida entre institucio­nes, empresas y familias.

Es momento de repensar la organizaci­ón social del cuidado, incorporar­lo al modelo socioeconó­mico con garantías y tejer una alternativ­a que se oriente por el bien común.

Toda crisis supone una oportunida­d, así que si esta crisis de conciliaci­ón se resuelve con teletrabaj­o y flexibilid­ad que dificulta y precariza las vidas, sobre todo la de las mujeres, no habrán servido los aplausos ni la toma de conciencia de lo realmente relevante y necesario para la vida.

Necesitamo­s unos servicios públicos potentes, un marco de relaciones socioeconó­micas que integre todos los trabajos y el refuerzo de las redes colectivas para tener una vida que merezca ser vivida. Una vida digna que no deje a nadie atrás.

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