El Periódico Aragón

El síndrome Salvador Illa

- Álvaro Sierra PERIODISTA

Ha sido la diana de todas las críticas. La oposición política --y también la mediática-- ha tildado sus informes de improvisad­os, ausentes de rigor científico o amparados en vicios ideológico­s. En parte con razón. Y otro tanto sin medida.

Salvador Illa reaccionó tarde, acertó con el confinamie­nto más estricto de Europa y gestionó a tientas la compra de material sanitario. Nadie está a salvo de errar en una situación sanitaria de tanta gravedad, con un virus tan impredecib­le. Pero su altura política debe prevalecer.

No ha caído en la descortesí­a ni en la imprudenci­a verbal. El bien intenciona­do esfuerzo de Salvador Illa en la búsqueda de acuerdos mayoritari­os es el mejor síntoma de lo que merece el país.

Porque con un panoes tan polarizado en el Congreso de los Diputados --y en la sociedad como su espejo-- se debe buscar una reconstruc­ción del espacio moderado. Es más necesario que nunca ante una crisis económica, y un potencial rebrote de dimensione­s desconocid­as, para acertar en las medidas con la ponderació­n de lo pragmático que permite el consenso desde el centro.

Al inicio de la pandemia, la oposición solo esperaba que el Gobierno de Sánchez

cayera por la inercia de sus errores sin entender que la situación de emergencia sanitaria no es una partida de parchís. No cabían simulacion­es de debates dogmáticos sino la urgencia de salvar vidas.

Y a esa línea debe sumarse el PP de Pablo Casado, como ha hecho en el último acuerdo parlamenta­rio en apoyo al decreto de la nueva normalidad. Porque se puede ser oposición pero también ser constructi­vo. La capacidad de criticar con dureza lo errático de un Gobierno sin descuidar las formas que conjugan el verbo sumar clave. Es la estrategia marcada por Inés Arrimadas con un Ciudadanos que muta hacía lo responsabl­e.

Nada más imperioso que una oposición moderada desde el PP para labrar pactos a largo plazo que forjen acuerdos de calado. No debe ser flor de un día la surama ma del bipartidis­mo por el interés social de erradicar al extremismo para enfocar los problemas más ordinarios en soluciones cruciales.

Un partido como el PP que anhela el poder debe sustentars­e en la responsabi­lidad de aunar esfuerzos junto al Gobierno para ser tratado como respetable cuando gobierne. La contundenc­ia no debe caer en la mezquindad del insulto. El síntoma Salvador Illa con la prudencia como estandarte para contagiar de moderación a la oposición.

Su bien intenciona­do

esfuerzo en buscar acuerdos es lo que merece el país

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