Sigue el aforo limitado
otro». En un primer momento se dejaron de hacer funerales y velatorios para los fallecidos por este motivo, luego pasó a ser así para todos. Posteriormente tuvieron que cerrar la cafetería y proteger al personal, hasta que definitivamente el 30 de marzo cerraron el tanatorio al público y la mayor parte de los empleados tuvieron que irse a casa. Se volvió a abrir el 11 de mayo. «En ese momento nuestra principal labor fue sacar el trabajo adelante cuando el número de fallecidos era cada vez mayor», cuenta Lobera.
Las incineraciones se triplicaron durante las tres primeras semanas del Estado de Alarma y Lobera cuenta que no sabe «si por miedo o desinformación, las familias no querían enterrar a los fallecidos y todo el mundo quería incinerar». Esto provocó que, si de normal incineraban de media a unas nueve personas, pasaron a realizar 28 al día durante más de un mes. «Nos centramos en sacar las cremaciones adelante con mucho orden y sin colapsarnos», explica Lobera, que hace hincapié en que en ningún momento el complejo funerario se vio saturado. «Afortunadamente, son unas instalaciones lo suficientemente grandes y preparadas para soportar lo que nos vino y como mucho tuvimos un colapso de tres días», cuenta.
Lobera asegura que el Ayuntamiento de Zaragoza ha ayudado al tanatorio en todo lo posible y que gracias a su colaboración y a las posibilidades que dan las instalaciones, pudieron adaptarlo rápido a las nuevas necesidades. «Tenemos cámaras de mantenimiento para conservar cadáveres, adaptamos los túmulos para conservarlos y, sobre todo, poder tenerlos muy ordenados e identificados en un momento donde teníamos tantos cuerpos», cuenta Lobera, que asegura que su «máxima dedicación era hacer las cosas bien y que las familias supieran que por mucho que ellos no pudieran estar con su fa