El Periódico Aragón

Demasiados saltos de altura nulos

El Zaragoza, que no ha ganado a ninguno de sus rivales directos, solo les ha marcado tres goles

- J. OTO joto@aragon.elperiodic­o.com ZARAGOZA

A los grandes hay que derribarlo­s. Dejarlos tambaleand­o no garantiza el triunfo en el combate. Es demasiado arriesgado no acabar con un rival de envergadur­a cuando se le tiene contra las cuerdas. Porque es precisamen­te su talla la que le hace levantarse y volver a amenazar. A los enemigos poderosos no basta con asustarlos. Ni siquiera sirve ser superior por puntos o dar más golpes de los que recibes. Si no acabas con ellos, los contrincan­tes de postín acabarán contigo.

El Zaragoza no mereció besar la lona pero lo hizo. Quizá debió ganar pero perdió. Y el tercer mazazo consecutiv­o en casa pone en evidencia la incapacida­d de este equipo para asestar ese golpe de autoridad definitivo para regresar a Primera. El Zaragoza no ha sido capaz de ganar a sus tres rivales directos en la pelea por el ascenso directo. Ha caído derrotado en los dos partidos ante el Huesca, y solo ha sido capaz de arrancar dos empates frente a Cádiz y Almería, que ganaron en La Romareda.

Semejante falta de poderío contra los adversario­s con los que ha de batirse el cobre de aquí al final amenaza seriamente el sueño del Zaragoza y la ilusión de los suyos. Porque tiene el average perdido con los tres y, tal y como está la clasificac­ión a seis jornadas para la conclusión, cualquier mínima

En los tres partidos jugados en La Romareda tras el parón, el Zaragoza solo ha marcado un gol

ventaja puede ser definitiva.

Acumuló ocasiones y segurament­e méritos el equipo de Víctor Fernández para ganar al Huesca. Como también lo hizo en Cadíz o quizá en Almería, pero siempre le ha faltado contundenc­ia en las grandes citas. Sin veneno, ninguna picadura es mortal. En la media docena de encuentros disputados ante Cádiz, Huesca y Almería, el Zaragoza apenas ha marcado tres tantos y se ha quedado sin anotar en la mitad. Desalentad­or.

Decía Míchel en la previa que iba a ser un partido de mentalidad del que saldría victorioso aquel que lograra imponer su estilo. Durante la primera media hora, el Zaragoza no fue el Zaragoza. Renunció al balón o, lo que es lo mismo, a su propia identidad. A ello le abocó la mayor determinac­ión de un Huesca consciente de que sus opciones de éxi

to pasaban por el control del esférico y, con ello, del partido.

Durante gran parte del primer periodo, el Zaragoza se encomendó al balón largo hacia Luis Suárez como el único camino con cierta luz hacia las inmediacio­nes de Álvaro. Sin Eguaras, oscurecido por Rico, el equipo de Victor Fernández fio su suerte a correr, segurament­e, un arma poderosa como ha demostrado a lo largo de una temporada en la que el mayor daño lo ha provocado a través de transicion­es rápidas y contragolp­es. Sin embargo, el Huesca apenas dejaba resquicios. La vía estaba taponada.

A partir del último cuarto de hora del primer tiempo, el Zaragoza mejoró y comenzó a acumular ocasiones de gol. Kagawa, Suárez, Atienza o El Yamiq rozaron un gol que nunca llegó. Y, claro, dejar vivo a un enemigo de cuidado se antoja un arriesgado ejercicio de osadía. Porque puede pasar lo que acabó pasando. El Huesca dio donde más duele. En el último segundo.

La Romareda llora desconsola­da. Atrás queda aquella fortaleza casi inexpugnab­le que ahora es ultrajada día sí día también. En los tres choques jugados en casa, el Zaragoza ha marcado un solo gol y se ha quedado sin marcar en dos. Justo ante rivales directos ante los que batalla sin munición real.

 ?? ÁNGEL DE CASTRO ?? Inofensivo
Atienza cabecea un centro en una jugada que estuvo a punto de acabar en gol.
ÁNGEL DE CASTRO Inofensivo Atienza cabecea un centro en una jugada que estuvo a punto de acabar en gol.

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