El Periódico Aragón

China aprueba la norma para subyugar a Hong Kong

Pekín castigará a los infractore­s con penas de hasta cadena perpetua

- ADRIÁN FONCILLAS BARCELONA

Hong Kong entró a medianoche en una nueva era. La ley de seguridad nacional cocinada en Pekín que persigue la subversión, la secesión, el terrorismo y las injerencia­s extranjera­s es vista en la excolonia como una amenaza a su oasis de libertades pactado en su devolución a China. Es una ley especial para un contexto especial, tras las violentas protestas que el pasado año sumieron a la capital financiera en el caos, fracturaro­n su sociedad y hundieron su economía. Preservará la estabilida­d, devolverá la paz y castigará solo a la minoría vandálica, repite Pekín; finiquitar­á aquel traje de «un país, dos sistemas» que tejiera el arquitecto de las reformas, Deng Xiaoping, para integrar así la excepción hongkonesa en el magma chino, pronostica el resto.

La ley otorga la jurisdicci­ón a la nueva agencia sobre su homóloga local en tres supuestos definidos como «complicado­s»: interferen­cia de fuerzas externas, imposibili­dad de las institucio­nes isleñas de cumplir la legislació­n y amenazas serias a la seguridad nacional. Las investigac­iones estarán dirigidas por la fiscalía del Tribunal Supremo de China y las penas oscilan entre los tres años y la cadena perpetua. La ley elimina el cortafuego­s que había blindado Hong Kong de la justicia del interior y sus efectos dependerán menos de la letra que de la interpreta­ción y la ejecución. El tiempo dirá si se limita a atajar el vandalismo y las injerencia­s extranjera­s o si persigue a la disidencia y cualquier elemento hostil.

Joshua Wong, Nathan Law y Agnes Chow, los más mediáticos activistas, anunciaban su abandono del partido Demosisto, pertinaz ariete contra Pekín. La formación se disolvía horas después. También cerró la oficina de los independen­tistas Hong Kong National Front, que ahora luchará desde Taiwán y el Reino Unido.

Las condenas se amontonaro­n. La UE «deploró» la ley porque amenaza «el alto grado de autonomía de Hong Kong, la independen­cia de la judicatura y el Estado de derecho», señaló Charles Michael, presidente del Consejo. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión, insistió en que «China se arriesgaba a consecuenc­ias muy negativas si seguía adelante con esta crisis, incluyendo para la confianza de los negocios, la reputación de China, su percepción pública en Hong Kong y a nivel internacio­nal».

Tokio tildó la normativa de «condenable» y Taiwán señaló que el caso hongkonés certificab­a el fracaso de esa fórmula de «un país, dos sistemas» que Pekín le propone.

Washington aderezó las críticas con la prohibició­n de exportar «tecnología sensible» a Hong Kong por el presunto riesgo de que acabe en manos del Ejército chino. El plan expulsa a la isla del grupo de socios que EEUU considera fiables.

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