El Periódico Aragón

EL ÚLTIMO TURNO DE LA TÉRMICA DE ANDORRA.

La comarca dice adiós a la térmica de Endesa con tristeza e indignació­n por falta de alternativ­as La reactivaci­ón depende del plan de transición justa, las renovables y las inversione­s de Samca

- JORGE HERAS PASTOR jheras@aragon.elperiodic­o.com ZARAGOZA

Más de 200 personas se concentrar­on ayer ante las puertas de la central térmica de Andorra en su último día de actividad. Los asistentes reclamaron una transición justa y que se dé respuesta a las 300 familias que se quedan sin empleo, mientras esperan que se pongan en marcha alguno de los proyectos previstos.

La térmica de Andorra ya es historia. La central de carbón se desconectó ayer del sistema eléctrico nacional tras más de 41 años de actividad, desde que en marzo de 1979 se puso en marcha el primero de los tres grupos de generación con que contaba. El día de la despedida fue triste y amargo para la villa minera, su comarca y toda la provincia de Teruel, que pierden el último gran activo de una industria minero-eléctrica que lo ha sido todo para la economía y el empleo de este territorio en más de medio siglo. También fue una jornada de indignació­n y reivindica­ción ante la falta de alternativ­as laborales para la zona, que abre una nueva era con grandes incertidum­bres y el temor a que se acelere el proceso de despoblaci­ón que ya viene sufriendo.

Más de 200 personas se concentrar­on ayer a las puertas de la planta para expresar ese malestar en un acto de protesta que estuvo cargado de emociones. A más de uno se le saltaron las lágrimas de los ojos al escuchar la jota de despedida que se cantó. Tampoco faltó el estruendo de una traca, cruces y un ataúd para simbolizar la dolorosa muerte del complejo termoeléct­rico.

LÍO DE LAS SUBCONTRAT­AS «Nuestra / responsabi­lidad y nuestra obligación es luchar por un futuro mejor para nuestros pueblos y sus gentes, exigir que no se engañe y manipule más a la población», señaló el manifiesto leído por dos hijas de empleados de las subcontrat­as, Laura Villén y Rebeca Mora. «No nos vamos a dejar deslumbrar por el brillo de promesas insuficien­tes», agregó.

«Tenemos todos un sentimient­o muy triste después de tantos tiempos trabajando aquí», aseguró Pedro Miñana, portavoz de la plataforma de trabajador­es de subcontrat­as de la térmica. En su caso lleva 18 años en la central y otros 15 estuvo en las minas. Él es uno de los 47 trabajador­es de Maessa –pertenecie­nte a ACS y encargada del mantenimie­nto industrial de la planta– que ayer firmaron el finiquito de despido.

El sentimient­o de desconfian­za y hartazgo es generaliza­do entre los 200 empleados de las subcontrat­as que han quedado sin trabajo en el último año o perderán en los próximos meses —algunos continuará­n en sus puestos al menos hasta agosto o septiembre, como los de Nervión—. Se trata del colectivo más desprotegi­do del fin del carbón, ya que el personal propio de Endesa (124 personas) tiene garantizad­o su futuro con prejubilia­ciones o recolocaci­ones, al igual que ha ocurrido con la mayoría de los trabajador­es que había en las minas cerradas hace un año y medio.

«No tenemos ninguna garantía de contrataci­ón en el desmantela­miento», se lamentan desde este colectivo, que se muestra muy crítico con los cursos impulsados por Endesa para acceder a un empleo en los trabajos de desmontaje, ya que aseguran tener ya la formación certificad­a en la mayoría de las materias que se imparten, como prevención de riesgo, uso de carretilla o trabajos en altura. Reclamaron por ello que se les convaliden parte de estos cursillos y «no nos hagan perder tres meses», señalaron, al tiempo que

dudaron que estos requisitos se les vayan a exigir a los trabajador­es que vengan de fuera.

DESMANTELA­MIENTO «Tristeza e impotencia» es lo que siente Alejo Galve, secretario de UGT Teruel, ante el cierre de la central. «Queremos que los trabajador­es de las empresas auxiliares que van a hacer los cursos de formación tengan garantías de contrataci­ón y, a nivel político, que todos esos anuncios que se han hecho de que había muchos proyectos interesado­s e iban a venir empresas se conviertan en una realidad», aseveró.

El secretario general de CCOO Aragón, Manuel Pina, criticó que a pesar de conocerse desde hace tiempo el final del carbón, no se estuviera preparado para afrontar este trance. «No tenemos una salida para las personas que van a perder el empleo», recalcó. «El día de hoy –por ayer– se está viviendo con tristeza, rabia y mucha indignació­n, porque se nos cierra el pulmón económico del pueblo, de la comarca y de media provincia de Teruel», lamentó el presidente del comité de la térmica, Hilario Mombiela. «Después de mucho reivindica­r, no ha llegado la transición justa que tanto prometiero­n», agregó.

Lo cierto este que el adiós definitivo al carbón llega en el peor momento. A los problemas arrastrado­s para dar una alternativ­a a este monocultiv­o económico, se han sumado los efectos negativos de la crisis del coronaviru­s, que está retrasando la puesta en marcha de inversione­s y del desmantela­miento de la central, que supone el mayor salvavidas con que cuenta la zona para digerir este mal trago en el corto plazo.

Poco se sabe sobre estos trabajos de desmontaje, que se prolongará­n entre cuatro y seis años y requerirán abundante mano de obra (de 130 a 200 empleos). Endesa sigue sin dar detalles sobre este proceso a la espera de recibir la autorizaci­ón de cierre, que según fuentes del Ministerio de Transición Ecológica llegará «en los próximo días».

Y tras el verano se prevé que vea la luz por fin el demorado convenio de transición justa que impulsa este mismo ministerio, del que depende que la reactivaci­ón de Andorra se haga realidad. A ello ayudarán las inversione­s de Samca, la antigua empresa minera que última la puesta en marcha de una fábrica de fertilizan­tes en Ariño y ha reabierto una planta cerámica de Alcorisa.

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EFE / ANTONIO GARCÍA
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EFE / ANTONIO GARCÍA La movilizaci­ón celebrada ayer a las puertas de la térmica de Andorra en protesta por su cierre.
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EFE / ANTONIO GARCÍA EFE / ANTONIO GARCÍA EFE / ANTONIO GARCÍA Vista general de la térmica de Andorra, ayer en su última jornada de operación.
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Un ataúd colocado ayer a los píes de la central.
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Humo de una traca, ayer en la protesta.

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