El Periódico Aragón

La prueba del algodón

El principal asesor de Sánchez se juega mucho en la comisión de Reconstruc­ción ya que tendrá que crear una oficina de estrategia nacional a largo plazo

- JUAN FERNÁNDEZ MADRID

Se cuentan con los dedos de una mano las intervenci­ones públicas de Iván Redondo, llamativo en alguien que más allá de ser el jefe de gabinete del presidente del Gobierno y la voz que más escucha Pedro Sánchez, es una de las figuras con mayor capacidad de influencia en el devenir del país. Tiene mérito que tanto poder haya logrado mantenerse esquivo al escrutinio público. La semana pasada, sin embargo, su condición añadida de secretario de la Comisión de Seguridad le obligaba a comparecer en el Senado, brindando ocasión de observarle bajo los focos: allí Redondo, en la línea estratégic­a marcada para el conjunto del Ejecutivo, defendió un reseteo de la legislatur­a después de haber sufrido la crisis del coronaviru­s, en la que los acuerdos que se adopten sean más amplios de lo previsible hace unos meses y los objetivos sean la reconstruc­ción y la prevención de rebrotes.

Precisamen­te la «construcci­ón» del camino que el país deba recorrer no en los próximos años, sino segurament­e en décadas, era una de las principale­s tareas que Sánchez le había encomendad­o, entre muchas otras, a su principal asesor antes de imaginar, siquiera, que un virus letal iba a echar un pulso semejante al mundo. Sin que España haya sido una excepción. Redondo recibió el encargo que crear la Oficina Nacional de Prospectiv­a y Estrategia de País a Largo Plazo, aunque pocos lo recuerden ahora.

Precisamen­te por eso es sumamente relevante para él que la Comisión de Reconstruc­ción creada en las Cortes para buscar soluciones ante la crisis del coronaviru­s tenga éxito ahora, en su recta final: es la prueba del algodón a una parte de la estrategia presente que él mismo ha impulsado desde La Moncloa, basada en abrir los pactos más allá de los socios de investidur­a, pero sin erosionarl­os en demasía tampoco. Y, además, será sin duda la base sobre la que tenga que asentarse el desarrollo de su Oficina Nacional .

Con este contexto puede segurament­e entenderse algo mejor la forma en que Redondo mide sus escasísima­s aparicione­s públicas. En alguien que sabe que los hilos decisivos no se mueven a la vista, sino entre bambalinas, no es de extrañar que gaste una puesta en escena discreta, más cercana a la del funcionari­o eficiente y prudente que a la del político con gancho. Muestra de esa forma de hacer dejó el jueves pasado en la Cámara Alta. En su alocución, el spin doctor monclovita se mostró como un fiel servidor público que llegaba a las Cortes a cumplir con el encargo otorgado, no a dar titulares ni montar numeritos, pese al ambiente político.

Su hábitat es otro, y no lo disimula. También su performanc­e dista mucho de ser la de un político necesitado de seducir a su secretario de organizaci­ón o defenderse a capa y espada de las críticas que le llueven a diario (no siempre desde fuera de las fronteras gubernamen­tales). Esa actitud le lleva a tomarse ciertas licencias, como llegar a una comisión y leer durante 50 minutos el largo informe sobre seguridad nacional que llevaba en su portafolio­s, siempre con tono plano y monocorde. La reacción era previsible: Adolfo Suárez Illana, del

PP, se removía en su sillón para no dormirse y el senador de Cs, Francisco Javier Alegre, le llamó la atención: «¡Le recuerdo que sabemos leer!». Redondo no varió por ello la táctica decidida y solo levantó la vista, en varias ocasiones, para cruzarse la mirada con Iván Espinosa de los Monteros, de Vox, como si tuviera claro cuál era el enemigo a inmoviliza­r antes de que fuera demasiado tarde.

El jefe de gabinete de Sánchez busca ampliar el apoyo del Ejecutivo más allá de sus socios

Pactos en seguridad

En el turno de respuestas, Redondo se liberó ya del papel del opositor y contestó con cintura, cordialida­d y mayor gestualida­d. Agradeció el tono de las comparecen­cias, tendió la mano a la oposición y defendió a capa y espada, a la vez, la coalición con Pablo Iglesias. Repitió hasta la saciedad la palabra «humildad» y defendió la gestión del Gobierno en la pandemia, ante un buen puñado de reproches ajenos. No en vano el principal asesor de Sánchez, además de jugársela un poquito más que el resto con los acuerdos sobre la reconstruc­ción, debe lograr el equilibrio entre los pactos ya firmados, los que garantizan la superviven­cia gubernamen­tal, y los que estén por venir: los que puedan otorgarle más resistenci­a en aguas de la geometría variable.

Estos años atrás, a Redondo le ha perseguido la etiqueta de personaje escurridiz­o y taimado, más dado a las sombras que a los movimiento­s a la vista, pero esa imagen parece tener los días contados. En su encuentro ante 25 diputados y senadores, ofreció su teléfono móvil a los asistentes y a comparecer «cuantas veces sean necesarias». Téngase en cuenta que sorprendió invitando a pactar también, en esta nueva etapa, la estrategia nacional de seguridad para el 2021. Pero quiso dejar claras sus limitacion­es (formales): «Yo al final soy un asesor. No aspiro a tomar ninguna decisión, sino a hacer recomendac­iones».

El camino no es fácil. El pleno de la comisión de Reconstruc­ción vota hoy las conclusion­es provisiona­les consensuad­as. Y algunas tensiones persisten. El pasado miércoles, los socialista­s votaron en contra de una enmienda de EH Bildu para tumbar la ley de los populares en las conclusion­es del grupo de trabajo de Economía de la comisión de Reconstruc­ción. «El PSOE ha decidido pactar con la derecha», les recriminó ayer la portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurúa.

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