Aragón en órbita
Echo en falta una estrategia común para tener más peso en España sin reñir todos los días con Madrid
El año 2015, el planeta político que es España, debilitado por la crisis económica del 2008, por la corrupción y la carencia de líderes, sufrió el impacto de dos gobiernos aerolitos: el populismo en su doble versión y el separatismo. A consecuencia del choque, España abandonó la órbita que había iniciado en 1975, impulsada por la fuerza gravitatoria de la transición, y lleva cinco años dando tumbos por el espacio. Sin encontrar las soluciones para los problemas urgentes, agravados por el covid-19 y la gravísima crisis económica y social que se avecina y cuyo impacto nos va a desviar todavía más de la ruta.
Aunque no debería consolarnos el hecho de que lo que sucede en nuestro país también suceda en otras partes del mundo –nunca ha habido tanta ausencia de liderazgos políticos desde la segunda guerra mundial– no estaría de más que nos pusiéramos a pensar si lo que sucede en la política española tendría solución si nuestros representantes, en vez de preocuparse exclusivamente de sus intereses, tuvieran la decencia de ocuparse de los problemas de todos los españoles, volviendo a la órbita abandonada o consolidando otra diferente –sin dar tumbos– más acorde con las nuevas necesidades del siglo XXI. Así, si consideramos acabados los cuarenta magníficos años de la Transición, digámoslo claramente, para, a renglón seguido, buscar la nueva órbita para los próximos cuarenta.
Lo que, desde la muerte de Franco, se resolvió en un apenas un par de años –Constitución y Pactos de la Moncloa– hoy agranda los cinco años perdidos, como el títere sin cabeza e el que se ha convertido este país. El panorama político es cada día más desolador. Escenario que no se resolverá a base de encontronazos frontales, mentiras históricas, trampas y errores de bulto. Rellenar los cráteres causados por los populismos y el separatismo es la primera decisión que debería tomarse. Para lo cual, hay que crear una masa sólida y capaz de dirigir España a la mejor ruta. Una masa que, como el granito, sea la suma de tres elementos: el centro y las derechas e izquierdas moderadas. Sin esa masa, se irán agrandando los cráteres y estaremos más lejos de la solución. Solución que, desgraciadamente, y visto el personal político disponible, no creo que veamos ni a medio plazo.
Aragón, sin embargo, podría ser harina de otro costal.
En Aragón hemos demostrado, unos más que otros, que los acuerdos políticos, hasta los más extraños, son posibles. No de balde, ser la tierra del derecho y del pacto lo explica todo. Basta conocer un poco la historia.
Disponemos, además, de un buen estatuto de autonomía desde el 2007, al que todavía no le hemos sacado todas sus posibilidades, que son muchas. No estaría de más que nuestros políticos –además de Lambán– hablaran de ello en las Cortes y en los medios. Esta es la clave del futuro de Aragón. Cuantas más competencias tenga, menos necesitaremos del poder central en su estado de desgracia actual, del que poco podemos esperar.
No me cansaré de repetir que la sociedad económica aragonesa da de sobra la talla. Con emprendedores con ideas avanzadas que solo esperan que las administraciones desatasquen sus proyectos. Con unos agentes sociales reivindicativos, constructivos y sensatos. Con banco propio y dos universidades. Sin olvidar que de recursos naturales, siempre limitados, vamos sobrados: espacio, agua y viento.
Incluso la despoblación tendría solución si tuviéramos la gallardía de reconocer que ésta pasa necesariamente por las comarcas. Creo, además, que en Aragón entendemos muy bien –algunos sin reconocerlo– que es mejor sumar energías públicas y privadas que confrontarlas a modo de trincheras. Desgraciadamente, no andamos sobrados de líderes políticos, lo que siento tener que decir, porque creo firmemente en la política. Habrá que inventarlos o propiciar que los líderes sociales se impliquen más en la actividad política o den su fundada opinión. La política como vía de resolución de los problemas de nuestro país requiere de una mayor implicación de la sociedad civil.
Para terminar, echo en falta una estrategia común para lograr que Aragón tenga más peso en España, sin necesidad de tener que reñir todos los días con Madrid. Esto solo se consigue teniendo prestigio y líderes sin complejos que fijen la posición. Cuanto antes mejor. Las próximas elecciones autonómicas marcarán un antes y un después en la política aragonesa. Espero que los que sean protagonistas de ese tiempo estén a la altura y no se dejen llevar por los malos vientos de la política nacional de la que tan poco tenemos por aprender. Ojalá Aragón encuentre su mejor órbita en el espacio.