Pedir para sobrevivir
La crisis sanitaria del covid-19 ha dejado a mucha gente en una situación límite
Unos todavía no se habían recuperado de la primera crisis económica. Otros, sin embargo, jamás se habían imaginado qué se sentía al tener que ir a pedir comida o al sentarse en la calle a esperar que algo de dinero cayera en el vaso. Ahora, hay cientos de historias que se han unido en un mismo lugar, los centros de ayuda a gente desfavorecida y sin recursos que la crisis sanitaria que aún se está viviendo ha dejado en la peor situación posible.
El reparto de comida de la Hermandad del Refugio se inicia a las 10.00 horas pero las 50 personas que tienen cita hacen fila mucho antes. Entre ellas está María, una joven que lleva seis meses recibiendo este tipo de asistencia debido a que, en mitad de la pandemia, no pudo compaginar los horarios de la fábrica donde trabajaba con los cuidados de su hijo pequeño y la acabarán despidiendo. «No tengo nada, se me ha acabado el paro y estoy ahora con el subsidio», cuenta. María es muy conocida entre los trabajadores del Refugio porque, además de que nunca le falta una sonrisa para ellos a pesar de su situación, antes era una de las usuarias de la guardería. «No queda otra y tengo que seguir luchando por el pequeño y no paro de buscar trabajo, pero no hay nada», comenta mientras espera su turno. En el interior, y después de haberse tomado la temperatura y haber hecho uso del gel desinfectante, se encuentra Julia, una persona mayor que cuida de su hijo que tiene una discapacidad y no trabaja. «Vivimos como podemos y, ahora que todo está peor, me he ido conformando con lo que tenía en casa y lo que cobro de la jubilación» explica mientras va metiendo la comida con la que tiene que aguantar dos semanas en su carrito de la compra.
Mucha gente de la que hay en la fila es originaria de Zaragoza, otros, como Juan y Justo son de Colombia. Juan lleva apenas 15 días en la capital aragonesa y ha acudido al centro a por la comida que tienen reservada para su hermana Paola. «Ella es madre soltera y lleva dos años en Zaragoza luchando por salir adelante», cuenta Juan, que asegura que vinieron de Colombia «en busca de otra oportunidad». Ella trabajaba limpiando casas y en cuanto comenzó el estado de alarma se quedó sin un trabajo que aún no ha podido recuperar.
A Justo le ha llegado el turno y poco a poco va organizando las bolsas de la compra que en unos minutos vaciará en casa y organizará para poder alimentar a su hija, su yerno y su nieto. «Mi hija está trabajando pero la situación ha empeorado con la pandemia porque ella sigue estudiando a la vez y el chico de 15 años también y, a pesar de que tenemos los papeles
La Hermandad el Refugio reparte cajas de alimentos a 50 personas al día