Las cosas que son imposibles
La falta de actuaciones deja una sensación de ausencia en el centro de la ciudad
Malabaristas y trapecistas han perdido uno de sus escenarios más emocionantes
Las fiestas del Pilar de este año en Zaragoza no son las fiestas del Pilar. Son solo la crónica de una ausencia, de algo que debería estar en las calles pero acaba refugiado lejos del centro, en reuniones de pocas personas, en salas que mantienen las distancias. Con un paseo de la Independencia tomado por las hojas secas y el cierzo las fiestas del Pilar celebran el vacío y los artistas callejeros han perdido su escenario natural. No habrá corrillos mientras suenan versiones inesperadas de clásicos incontestables. Tampoco un titiritero deslumbrando niños. Ni acróbatas haciendo cosas de esas que parecen imposibles. «Nuestro truco es el entrenamiento», explica, quitándole solemnidad al asunto, Gatto, uno de los habituales en los espectáculos de estas fechas (cuándo los había).
Con unos festejos normales, los malabaristas hubieran salido en algunos de los pasacalles que recorren el centro. Hubieran paseado sus gorras ante el selecto público, damas y caballeros, que se agolparía en las gradas del club Náutico o de la calle Alfonso, en aquellos días en los que era imposible caminar por culpa del gentío. Y no hubieran descartado visitar pueblos cercanos, también en fiestas, para mostrar las creaciones en las que han trabajado todo el año.
No hay baile
En los años sesenta escribió Juan Marsé en su diario una víspera gris del día del Pilar: «El pueblo sigue sin luz. Una vieja sube una calle empinada alumbrándose con una pila eléctrica. De pronto nos invade una depresión espantosa. ¿Qué hacen los mozos y las mozas en este pueblo? ¿No hay baile? No hay baile». Visitaba una apartada zona de Andalucía pero parecía anticipar la desolada visión del Arrabal. En la calle Santiago Lapuente se encuentra la Asociación de Malabaristas de Zaragoza (AMZ) que han tendido que restringir el acceso para cumplir con las medidas anticovid. Ahí están mozos y mozas. El contexto es complicado y saben que van a sobrevivir, pero avanzan que no podrán estar parados mucho más tiempo. «No comer no va bien para hacer circo», lamentan.
El confinamiento «ha partido en dos» a los creadores de la pista. Para muchos no ha sido ni una oportunidad para mejorar sus creaciones, pues entre las cuatro paredes de una casa pequeña a duras penas caben las emociones de un espectáculo de calle. Gatto, sin ir más lejos, tenía reservado este año para desarrollar sus próximos números y lo único que ha sacado es el comienzo de una lesión. Ha sido muy duro tanto a nivel físico como mental. «Me rompí tratando de hacer algunos de los movimientos que ya hacía antes», señala con pesadumbre.
Cheli comparte estos días la sala de entrenamiento con el resto de trapecistas y acróbatas que están viendo peligrar su forma de vida. Sobre las telas ofrece una rara sensación de libertad que contrasta con las restricciones y recomendaciones y limitaciones y condicionamientos que se encuentra de puertas afuera.
Gatto, especializado en aros y trapecios, asume que sus propuestas más vistosas conllevan un riesgo, de forma que algunas de sus expresiones están limitadas en los escenarios callejeros. Los suyo no es agarrar unas mazas y actuar en un rincón instagrameable del centro: lo suyo requiere un montaje de estructuras con las que garantizar la seguridad. Algo que, al parecer, no pasa en todos los países, pues se han llegado a ver actuaciones con los artistas colgados en semáforos. Quizá las farolas de el paseo de la Independencia podrían repensar su uso cuando todo esto pase. Más allá de la complicación que supone sacar las cabriolas a la calle, cuando se podía trasladar durante las fiestas el ambiente de las carpas de circo es cuando se generaba la magia. Poco mejor que el suspiro de admiración espontáneo que se logra cuando posturas y saltos desafían a la lógica física del cuerpo.
Con todo, los malabares estarán presentes estos días en Zaragoza. Es fácil, al seguir el rastro de su ausencia, descubrir que se han refugiado, por ejemplo, en el teatro Salesianos. En las obras Beyoncé Tribute y Nuevo Cabaret Shanghai participan algunos de los miembros de la AMZ. Y no solo eso. En los próximos meses tienen en mente resarcir el daño que les ha provocado la suspensión de las fiestas del Pilar en la gala Garibolos, una actuación en el centro cívico Teodoro Sáchez Punter que lamentablemente aún no pueden tener asegurada. =