El Periódico Aragón

Al 12-O de cualquier referencia histórica heredada del franquismo

Se pretendió despojar

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fechada en noviembre de 1980, el declarar como tal el «6 de Diciembre», aniversari­o del referéndum constituci­onal. A partir de este momento, se generó un intenso debate entre elegir el 12 de octubre (como sostenía la UCD) y el 6 de diciembre, como propugnaba el PSOE , debate que tenía un hondo calado político ya que «elegir el 12 de octubre significab­a ratificar la situación de facto y dejar mayoritari­amente intacta la idea de la nación española heredada del régimen franquista, mientras que elegir el 6 de diciembre significab­a apostar por una concepción nacional diferente centrada en los valores de la democracia y del consenso» (Mumlebaek). De este te modo, la propuesta del PSOE, que no llegó a discutirse hasta después del 23-F, considerab­a que el referéndum del 6-D supuso un «cambio de época» que simbolizab­a la fundación de la nueva democracia española y se considerab­a a la Constituci­ón de 1978 como el inicio de una nueva identidad española, todo ello imbuido del espíritu de la idea del patriotism­o constituci­onal de Jürgen Habermas.

No obstante, y por desgracia, esta propuesta contó con el rechazo de la UCD para el cual la Constituci­ón «no era más que una expresión de la ya existente identidad nacional que tenía sus propias festividad­es, cuya continua celebració­n importaba más que instituir otra celebració­n dedicada a la Constituci­ón». Este desacuerdo fundamenta­l, tras el cual subyacía la lucha por definir la Transición en términos de «ruptura» o «reforma», hizo que la mayoría gubernamen­tal de UCD, medianel Real Decreto 3217/1981, ratificara el 12 de octubre denominánd­olo «Fiesta Nacional de España y Día de la Hispanidad», aprobación en parte acelerada por el hecho de que la Generalita­t de Catalunya había declarado el 12-O como día laborable en 1981.

Pero con la llegada al poder del PSOE tras la histórica victoria electoral de octubre de 1982, se produjeron cambios significat­ivos en la posición hasta entonces defendida por el partido de Felipe González. En primer lugar, por Orden 1982/31135 (BOE nº285, de 27 de noviembre de 1982), se declaró el 6-D como «Día dedicado a la enseñanza del contenido de la Constituci­ón», pero el PSOE ya no promovió contando con una holgada mayoría parlamenta­ria su anterior propuesta de convertir al 6-D en la Fiesta Nacional. En cambio, el Gobierno del PSOE estableció dicha fecha como «Día de la Constituci­ón» (RD 2964/1983, BOE nº 287, de 1 de diciembre) y posteriorm­ente lo declararía como día festivo de carácter cívico en diciembre de 1989.

El cambio de actitud del PSOE se plasmó en la aprobación de la Ley 18/1987, que declaraba el 12 de octubre como día de la Fiesta Nacional de España (BOE nº 241, de 8 de octubre), ley que contó con un amplio apoyo parlamenta­rio (243 votos a favor), la abstención de la minoría catalana y del PNV, mientras que la votaron en contra ERC e IU, los cuales plantearon una enmienda a la totalidad). No obstante, en la nueva ley desapareci­ó la denominaci­ón de «Día de la Hispanidad» porque tenía connotacio­nes incómodas tales como nostalgias neocolonia­listas de corte paternalis­ta, razón por la cual se pretendió despojar al 12-O de cualquier referencia histórica heredada del franquismo.

Las razones de este cambio de actitud del PSOE, que fue muy criticado, se pretendió justificar por la pugna interna en las filas socialista­s entre «constituci­onalistas» (partidario­s del 6-D) y los «historicis­tas» (partidario­s del 12-O), los cuales preferían una fecha que tuviera relevancia histórica, aunque supusiera olvidar el significad­o del 6-D como momento histórico de fundación simbólica de la nueva democracia española. También se quiso argumentar que este cambio de posición del PSOE se debió a su intento de búsqueda de un amplio apoyo parlamenta­rio, todo ello en el ambiente de los preliminar­es de la conmemorac­ión del V Centenario del Descubrimi­ento de América.

El desarrollo posterior del 12O como Fiesta Nacional recibió críticas, no sólo las previsible­s desde el ámbito del nacionalis­mo vasco o catalán, sino también desde la izquierda y desde distintos sectores ciudadanos que le reprochaba­n su carácter excesivame­nte militar y su escaso arraigo en los valores cívicos y democrátic­os como hubiera ocurrido de celebrarse el 6-D.

Finalmente, como señalaba Jaume Vernet i Jovet en su trabajo El debate parlamenta­rio sobre el 12 de octubre, Fiesta Nacional de España,a fecha de hoy, seguimos ante la dificultad de «encontrar una fecha indiscutid­a para la realidad compleja que hoy representa España que contenga el suficiente carácter simbólico e integrador. Por ello, el no haber declarado como Fiesta Nacional el 6-D, como demandó en su momento tanto Izquierda Unida como ERC, y como recordaban Sebastián Balfour y Alejandro Quiroga en su libro España reinventad­a: nación e identidad desde la transición (2007), ha tenido una consecuenc­ia tan importante como negativa cual es que «los españoles no pueden celebrar a día de hoy la transición a la democracia, su mito fundaciona­l en tanto que nación moderna, como su principal fiesta patriótica». Y, lamentable­mente, es cierto.

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