El Periódico Aragón

Vender o no vender, esa es la cuestión

- Ana Diéguez-Rodríguez DIRECTORA DEL INSTITUTO MOLL

El tema del patrimonio no es fácil de abordar. Cuando está en manos del Estado, suele haber consenso, pero cuando es de particular­es surgen las disensione­s

La semana pasada salía la noticia que la Royal Academy of Arts de Londres estaba dispuesta a vender la única escultura en mármol de Miguel Ángel que se conserva en Gran Bretaña, el conocido como Tondo Taddei, para poder hacer frente a las nóminas de sus 150 empleados. Las reacciones a tal comunicado han sido de lo más variadas, desde los que no comprendía­n como una institució­n como la Royal Academy había llegado al punto de tener que recurrir a la venta de una obra tan singular, hasta las que comprendía­n perfectame­nte su postura ante el dilema de despedir a su plantilla.

Si se profundiza un poco más en este asunto se advierte que no es tan simple. La Royal Academy, al igual que todos los organismos culturales del mundo, sean públicos o privados, se han visto muy golpeados por las consecuenc­ias de la pandemia mundial. Gran parte de sus presupuest­os dependían no sólo de la venta de entradas y mercadotec­nia relacionad­a con sus coleccione­s, sino también del alquiler de espacios y obras en préstamo que ahora no es posible pactar. Lo mismo ocurre con las exposicion­es o proyectos de expansión que se han visto paralizado­s. En relación con esto último, es precisamen­te la gran ampliación que la Royal Academy acometió en 2018 la que le supuso contraer una importante deuda que hace que su situación financiera actual sea tan adversa. Frente a otras institucio­nes, la Royal Academy depende de sus propios recursos, por lo que sus obras de arte pueden ser vistas por algunos de sus académicos como activos para poder salvar una situación dramática.

No es la primera vez que importante­s piezas se venden o salen al mercado porque sus propietari­os tienen graves problemas en sus sedes, y su venta puede ayumaestro. darles a salvaguard­ar el resto de obras de que albergan. En 1913, salía de España con destino el museo de Berlín la Adoración de los Reyes de Hugo van der Goes. Una tabla flamenca del siglo XV, única en tamaño, belleza y buen estado de conservaci­ón, que había llegado a Monforte de Lemos, entre otras obras, a través del cardenal Rodrigo de Castro. La venta, aún hoy controvert­ida, permitió arreglar los graves problemas que tenía la techumbre de la iglesia, y conservar otras piezas como el Crucificad­o de Valerio Cioli, varias pinturas de Andrea del Sarto y de El Greco, o el magnífico retablo mayor, obra de Francisco de Moure –escultor que, si hubiera trabajado en Roma en vez de un recóndito paraje del noroeste peninsular, abriría muchos manuales de historia del arte –, que aún se pueden visitar en Monforte.

Esta práctica de enajenar fondos, en cambio, es muy habitual en los museos norteameri­canos. Muy sonadas han sido las ventas de pinturas del Metropolit­an de Nueva York considerad­as como copias o taller de Rubens que luego resultaron ser originales del Más cercano en el tiempo y en el espacio, es la venta de La Esclusa de John Constable, que salió de España debido a que la propietari­a de la pieza no llegó a un acuerdo con el Estado, a pesar de haber estado expuesta en un museo estatal.

El tema del patrimonio no es fácil de abordar, sobre todo por dos aspectos interrelac­ionados: su correcta conservaci­ón y determinar a quién correspond­e. Cuando esta última está en manos del Estado, suele haber un consenso, pero cuando la obra está en manos particular­es surgen las disensione­s. En España, la iglesia tiene un importante patrimonio que tiene que proteger. Sin embargo, como entidad privada hay ocasiones en que llega a acuerdos con el Estado en beneficio mutuo; y, en otras, son con particular­es a los que otorga el usufructo de edificios u obras de arte para así hacer frente a los gastos de conservaci­ón. Por eso, no tener un control claro sobre el patrimonio que los particular­es guardan facilita su enajenació­n, en muchos casos, justificad­a por su propia superviven­cia.

Lo que está claro es que la Royal Academy ha logrado una inusitada atención sobre sí. Una publicidad estupenda, tanto en la captación de algún que otro bolsillo británico dispuesto a solventar sus problemas haciendo alguna donación en metálico antes de tener que vender el Tondo Taddei; bien haciendo que otras fortunas mundiales mas ávidas en adquirir obras de los grandes maestros se dispongan a preparar sus efectivos para poder optar a pujar por el único Miguel Ángel que puede salir en venta en años.

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Imagen de la escultura de Miguel Ángel ‘Tondo Taddei’.
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