Unos ‘Pilares’ muy judíos
Como se empeñen algunos en ir a la fachada del Pilar a depositar flores, aquello se va a convertir en un muro de las lamentaciones
Lamentarse siempre sirve de algo. Al menos es útil para pedirnos excusas a nosotros mismos. Puede ser a través de una mera queja, con llanto o sin él, en la que se exprese un sentimiento de pena que persiga una expresión liberadora, habitualmente de rabia o dolor. Ahora, si el lamento es asumido racionalmente, puede ser reparador y productivo a través del arrepentimiento.
Todos los lamentos reales son sentidos. Pero no todos los sentimientos de pena son lamentaciones. La capacidad de transformar la frustración, tras un error, de una lamentación duradera en una reacción consecuente, puede marcar la diferencia entre la depresión y la adaptación.
La pena es natural cuando es humanamente objetiva y de duración determinada. Pero si se expande en el tiempo, en todo tipo de comportamientos, expresiones y pensamientos, estamos ante un problema que requiere ayuda profesional. Un paciente que ejerza de Tristón no tiene muchos Leoncios que lo soporten y quieran estar cerca de tan lamentable personaje.
La queja es una respuesta positiva si va acompañada de una conducta concreta que la plasme y exprese, para cambiar los motivos que nos han llevado a lamentarnos. Si la responsabilidad es nuestra, debemos abordar nuevas estrategias para encontrar alternativas que nos activen en la búsqueda de soluciones. Y si es de otros, nos impulsan a concretar una respuesta que plasme nuestros derechos y no nos consolide como víctimas de la maldad o los errores de los demás.
Es lo que busca el asociacionismo y la defensa colectiva de intereses, sea como vecinos, consumidores y usuarios o trabajadores.
Nos gusta quejarnos, pero nos cuesta elaborar quejas. Es la diferencia entre la pasividad del lamento y el trabajo que conlleva la ejecución de una respuesta. Una de nuestras frases preferidas, y más repetidas, consiste en decir que «se debería o habría que hacer…». Los condicionantes indicativos son perfectos para sugerir acciones sin responsables.
Mejor dicho, para tirar el verbo y esconder el sujeto. Tenemos claro lo que se debería hacer para frenar al virus. Aunque casi siempre nos referimos a lo que tendrían que hacer las autoridades o los demás.
Nos lamentamos de que siga habiendo muertes, contagios, confinamientos y cierres de negocios. Pero a la hora de tomar medidas concretas, asistimos a una batalla entre la irresponsabilidad individual y compartida, la batalla judicial y la rentabilidad partidista. Es lo que obliga a la declaración del estado de alarma en Madrid, frente a una conducta tan suicida como alarmante de su Gobierno autonómico. El PP quiere convertir a Pedro Sánchez en un sitiador de la capital porque, para la derecha, es su capital político. No es casual que las potencias del eje conservador hayan decidido invadir, también, el frente judicial contra el Gobierno y sus socios. Si los votos no bastan, tenemos los medios afines.
Si esto no es suficiente, siempre nos quedará Lesmes y su infantería togada. La respuesta del Ejecutivo se llama inversión y gasto, que en este caso es inversión en salud, personal y económica. La elevación del límite de gasto y la supresión de las reglas fiscales, para este año y el próximo, son justas y necesarias. El Plan de Recuperación presentado hasta el año 2023, con más de 72.000 millones de euros de fondos europeos para la inversión, es la mejor respuesta frente al lamento de la crisis por la pandemia.
En nuestra tierra, la atención es para las suspendidas fiestas del Pilar. De esto y más habló el alcalde de Zaragoza, en el webinar que organizó este diario. Vimos a Jekyll Azcón desenvolviéndose con habilidad. Aunque la vara de mando es propiedad de Jorge Hyde. La transmutación para cambiar de piel es una virtud, a la vez que una necesidad natural de diversas especies. También de las políticas. Lo que pase de aquí a fin de año, lo decidimos estos días. Las escaramuzas han empezado por la Iglesia católica.
El nuevo administrador apostólico de la archidiócesis dice que no tolerará en las capillas un aforo inferior a los actos culturales. La cultura es divina. Pero no todo lo divino es cultura. Bueno, salvo las actuaciones de Ángel Pérez, el Will Smith mitrado como obispo de Barbastro-Monzón, que mantendrá su tradicional palmeo en la misa patronal de Fraga.
En Zaragoza, lo natural sería cerrar el Pilar para evitar la tentación y así impedir el pecado. No le ha sentado bien a Vicente Jiménez su salida del palacio arzobispal. Yo también estaría mosqueado con su sustituto. Cada vez que veo la foto del nuevo arzobispo, Carlos Manuel Escribano, sospecho que en realidad es el ministro de Cultura, Rodríguez Uribes, que se ha infiltrado en el clero. Veremos qué ocurre en la plaza del Pilar. Como somos tan dados a ver de cerca lo que pasa, las fuerzas y cuerpos de seguridad van a tener trabajo. Como se empeñen algunos en ir a la fachada del templo a depositar flores, en ofrenda, aquello se va a convertir en un muro de las lamentaciones.
Así que igual tenemos unos Pilares muy judíos. Aunque la coronavirus de espinas contagiosas se vería allá por la fiesta de Halloween. Miedo me da. Evitemos una Canción triste de Pilar Street y, como diría Michael Conrad, tengan cuidado ahí fuera para que este año, p’al Pilar, no salga lo peor, el virus con nosotros en procesión.
*Psicólogo y escritor