El año que Zaragoza
La responsabilidad está por encima de la culpabilidad en Aragón y visto lo que ocurre en Madrid hay que agradecerlo
vive su gran fiesta sin fiesta
Hay que ser sinceros: desgraciadamente los múltiples rebrotes de la pandemia del coronavirus que comenzaron con mucha fuerza en el verano en Aragón no están controlados llegados al otoño, e incluso la comunidad es una de las regiones europeas que, junto con otras varias españolas, está a la cabeza del ranking de territorios más afectados por el virus en la Unión Europea. Lo que quiere decir que algo no se está haciendo del todo bien y provoca que el control sobre la infección no sea tan certero como las autoridades sanitarias desearían. Pero afortunadamente en Aragón nadie está hablando de culpables, sino que se conjuga mucho más la responsabilidad. Todas las autoridades, de todas las fuerzas políticas, han demostrado desde el pasado mes de marzo ir en la misma dirección y el ejemplo de la semana del Pilar en Zaragoza es el más evidente. La prevención es sinónimo de esa responsabilidad y a partir de ahora entran en juego cada uno de los ciudadanos que deben hacer gala en este puente festivo de esa misma responsabilidad para evitar situaciones como las vividas en otros territorios de la comunidad. Zaragoza vive este año su gran fiesta sin fiesta y aunque se den contrasentidos, todos debemos actuar al unísono.
Lo mejor que nos está pasando en Aragón es que no padecemos el barullo que hay en Madrid. Allí, da la sensación que el objetivo no es evitar más contagios e infecciones y cuidar la salud, sino cuidar el partido, derrocar políticamente al contrario y mirar por el futuro político. Un ejemplo que afortunadamente no se ha extendido a Aragón. Porque con los datos de contagios disparados durante toda la semana y la llegada del puente del Pilar, encontrarse con que los políticos aragoneses estuvieran lanzándose los dardos que circulan por la capital de España, los zaragozanos vivirían el caos y el desconcierto en el que se encuentran los ciudadanos de Madrid. Aquí hay paz. Sea porque en el Pignatelli gobiernan unos y en la plaza del Pilar otros y se necesitan mutuamente, sea porque la oposición en una y otra institución precisan de equilibrios o sea porque realmente consideran que el trabajo que se hace en una y en otra Administración es la correcta, el caso es que en política no se buscan culpables. Aquí la oposición la está haciendo más la Justicia, sea con el fallo del confinamiento de Andorra (que llegó con retraso pero contrario a la orden del Gobierno aragonés), sea con las medidas cautelarísimas a favor, en parte, de los hosteleros de Zaragoza frente a las restricciones de la DGA que impuso en la capital aragonesa al volver a una fase 2 flexibilizada hasta el próximo día 15. O con el impás abierto en La Almunia hasta que el TSJA se decida a autorizar o no el confinamiento perimetral de la población. Cuando los tribunales corrigen continuamente a la política, algo falla. Quizás todo se arreglaría poniendo por ley una seguridad jurídica que presidentes autonómicos como el aragonés o partidos como Ciudadanos reclamaron hace ya tiempo al Gobierno de España.
Pero aún con menos restricciones en la hostelería, los ejecutivos central, regional y local han ido a la par para que en Zaragoza no se celebre nada durante la semana grande. El alcalde ha emitido un bando pidiendo responsabilidad, la plaza del Pilar está preparada para ser cerrada si algo falla y todo, a pesar de los contrasentidos que los propios gobiernos tienen. El más llamativo son los días de fiesta en educación. Que se insista en que no hay fiestas en Zaragoza y que los colegios, institutos y universidades no tengan clases los días 13 y 14 de octubre (en total, fin de semana y festividad del Pilar incluido, cinco días seguidos) es uno de esos contrasentidos. Los más pequeños por eso tendrán que salir a parques infantiles o a ver las marionetas que se han organizado en teatros de Zaragoza (para sustituir a las que se celebraban en plenas fiestas...) en lugar de estar en guarderías y colegios. Los adolescentes y jóvenes en general no pueden ir de botellón, pero en algún lugar se juntarán para pasar cinco días de fiesta en vez de estar en los centros educativos que, hasta ahora, se ha demostrado que son lugares bastante seguros. La excusa de que se había organizado el curso ya no es más que eso, una mala excusa, y la mejor medida para cortar el ocio hubiera sido que el martes y el miércoles las clases continuaran como cualquier otra semana durante el curso.
Lo que ocurrió en Pamplona o en Ejea o en Andorra o en Tauste es evitable y ahí entra en juego la responsabilidad individual de cada uno. Estamos en cohabitación social con un virus peligroso y que, además, no sabemos a ciencia cierta ni por donde anda ni dónde nos ataca, por lo que cualquier precaución es poca. Si se puede confinar a los residentes en los centros de mayores ocho días, también podemos restringir la vida social de todos los demás. Voluntariamente. Es la mejor medicina frente al covid-19. Y, eso sí, hay que seguir aumentando los rastreadores y las políticas sanitarias que hagan posible que Aragón deje de estar en esos primeros lugares de las regiones europeas más infectadas. De esta manera evitaremos más restricciones que castigan la economía de todos los aragoneses. Hay que empezar a levantar cabeza. nespada@aragon.elperiodico.com
A pesar de contrasentidos como las vacaciones escolares, los zaragozanos deben colaborar para frenar la escalada de contagios