Del Pilar sin el manto de flores es triste, pero no queríamos perdernos esta cita un año más»
El despertador no sonó ayer a las 6 de la mañana para preparar la indumentaria regional de toda la familia. No había moños que hacer, ni camisas, ni faldas, ni enaguas que planchar. Pocos se acercaron a su floristería de confianza para recoger las flores que hubieran tejido el manto más grande del mundo. Las bandurrias y las guitarras se quedaron en sus fundas, guardando el mismo silencio que las miles de gargantas que no entonaron ni una jota.
Zaragoza vivió ayer su 12 de octubre menos baturro, menos visregional. toso, menos alegre. Pocos zaragozanos, aragoneses o visitantes se animaron a salir con sus mejores galas para ofrecer sus respetos a la Virgen del Pilar. Tan pocos que, a mediodía, cuando la calle Alfonso debería haber sido un alborotado río de color y tradición, había que sacar la lupa para encontrar algún paseante ataviado con el traje Parece que los maños siguieron las recomendaciones sanitarias: no hubo aglomeraciones y las mascarillas fueron el complemento más recurrente.
«Esperábamos que la gente se vistiera, estamos sorprendidos», reconoció Pepe Chaín, que junto a Julio Bellido, Fernando Bravo y Francisco Martín, de Somerondón, salió como cada 12 de octubre con sus mejores galas. «Lo vivimos con resignación, pero no queríamos faltar a la cita siguiendo las medidas sanitarias». Vestidos con trajes de la primera mitad del siglo XIX, vivieron un día del Pilar «triste». «Ver la plaza sin el manto es muy raro», aseguraron. Lo mis