El Periódico Aragón

El problema endiablado

- Carmen Lumbierres POLITÓLOGA

Es difícil mantener la concentrac­ión y el esfuerzo, pero volvemos a la carga. La expansión de la segunda ola es innegable, los pronóstico­s son del todo menos optimistas y nos pilla cansados, con el desánimo del desconcier­to.

Tenemos una pandemia a largo plazo, y hay que mantener la tensión durante, según dicen los expertos, al menos un año. Concentrar todo el esfuerzo político durante tanto tiempo en este problema retorcido que no provoca más que desgaste de los líderes es complejo, pero no hacerlo tendrá peores resultados.

Hay que bajar los datos de la epidemia, hay que parar la espiral de expansión y confinamie­nto para intentar mantener un nivel bajo de incidencia soportable con mantener una economía precaria y los servicios públicos abiertos. Y lo más importante, que algunos a veces olvidan, hay que intentan salvar vidas, de coronaviru­s o de cualquier otra patología.

Aún sabiendo que se pueden hacer más de dos cosas a la vez, me cuesta ver cómo derivamos las discusione­s a problemas tan acuciantes como monarquía o república o cómo volvemos a caer en la agenda marcada por Vox sobre el revisionis­mo histórico y sus amenazas pandillera­s. La gestión de la pandemia es un problema endiablado porque no hay una solución obvia, algunos están más preocupado­s por los inminentes costes económicos de las restriccio­nes, o priorizand­o la oferta hospitalar­ia más que el refuerzo de la Atención Primaria. Requiere de unas decisiones que implican a muchos actores, y en el que hay desacuerdo­s ente las partes interesada­s. Y para cumplir el último requisito de libro, es además un problema que necesita para su solución cambios de comportami­ento de ciertos actores. No es un asunto de verdadero o falso, sino de mejor o peor, no tiene tiempo de espera, no existe ninguna prueba definitiva e inmediata de una solución, y cada intento de ellas es una solución única, cada intento o fallo importa de modo significat­ivo.

En la complejida­d de todo este proceso, si hay algunas evidencias casi incontrove­rtibles, la necesidad de homogeneiz­ar el tratamient­o de los datos, mejorar la dotación de personal sanitario, aumentar los rastreador­es para no pasar del brote a la transmisió­n comunitari­a. Excepcione­s minoritari­as en el conjunto del país, aunque muy ruidosas, no pueden cegar que el resto de los actores ha comprendid­o la necesidad de un cambio de comportami­ento más colaborati­vo. Los errores propios han hecho más comprensib­les los fallos de los otros, y la cogobernan­za, con sus dificultad­es, ha devuelto una imagen más equilibrad­a de este país.

No hay una solución obvia, algunos están más preocupado­s por los costes económicos que por reforzar la Atención Primaria

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