El problema endiablado
Es difícil mantener la concentración y el esfuerzo, pero volvemos a la carga. La expansión de la segunda ola es innegable, los pronósticos son del todo menos optimistas y nos pilla cansados, con el desánimo del desconcierto.
Tenemos una pandemia a largo plazo, y hay que mantener la tensión durante, según dicen los expertos, al menos un año. Concentrar todo el esfuerzo político durante tanto tiempo en este problema retorcido que no provoca más que desgaste de los líderes es complejo, pero no hacerlo tendrá peores resultados.
Hay que bajar los datos de la epidemia, hay que parar la espiral de expansión y confinamiento para intentar mantener un nivel bajo de incidencia soportable con mantener una economía precaria y los servicios públicos abiertos. Y lo más importante, que algunos a veces olvidan, hay que intentan salvar vidas, de coronavirus o de cualquier otra patología.
Aún sabiendo que se pueden hacer más de dos cosas a la vez, me cuesta ver cómo derivamos las discusiones a problemas tan acuciantes como monarquía o república o cómo volvemos a caer en la agenda marcada por Vox sobre el revisionismo histórico y sus amenazas pandilleras. La gestión de la pandemia es un problema endiablado porque no hay una solución obvia, algunos están más preocupados por los inminentes costes económicos de las restricciones, o priorizando la oferta hospitalaria más que el refuerzo de la Atención Primaria. Requiere de unas decisiones que implican a muchos actores, y en el que hay desacuerdos ente las partes interesadas. Y para cumplir el último requisito de libro, es además un problema que necesita para su solución cambios de comportamiento de ciertos actores. No es un asunto de verdadero o falso, sino de mejor o peor, no tiene tiempo de espera, no existe ninguna prueba definitiva e inmediata de una solución, y cada intento de ellas es una solución única, cada intento o fallo importa de modo significativo.
En la complejidad de todo este proceso, si hay algunas evidencias casi incontrovertibles, la necesidad de homogeneizar el tratamiento de los datos, mejorar la dotación de personal sanitario, aumentar los rastreadores para no pasar del brote a la transmisión comunitaria. Excepciones minoritarias en el conjunto del país, aunque muy ruidosas, no pueden cegar que el resto de los actores ha comprendido la necesidad de un cambio de comportamiento más colaborativo. Los errores propios han hecho más comprensibles los fallos de los otros, y la cogobernanza, con sus dificultades, ha devuelto una imagen más equilibrada de este país.
No hay una solución obvia, algunos están más preocupados por los costes económicos que por reforzar la Atención Primaria