Las ‘no fiestas’ de Salvador Illa
El sacrificio ha sido inmenso. Una ciudad confinada de espíritu festivo en unas fechas tan señaladas por las fiestas del Pilar ha dado una imagen de responsabilidad. El ejemplo de Zaragoza en las suspendidas fiestas no solo ha sido individual, sino que ha antepuesto el bien común sanitario a la crisis existente.
Las calles estaban huérfanas del sonido de castañuelas, los barriles no circulaban con vigorosidad por el emblemático Tubo y nadie pudo rendir homenaje en su altar floral a la Virgen del Pilar. El año 2020 es un borrón en nuestra historia más fraternal.
El sacrifico global de la ciudad generará más números rojos en la cuenta de resultados de la hostelería, más estrés emocional en núcleos familiares y un distanciamiento más dañino en nuestro fervor ciudadano.
Ya ni siquiera agradecemos algún gesto de cariño o mensaje de felicitación de nuestros dirigentes nacionales por el día de todos. Que no lo ha habido, pero tampoco lo esperábamos tras años de ninguneo a la fidelidad de Aragón a nuestro deber.
Pero las palabras de Salvador Illa retorciendo la realidad epidemiológica durante las inexistentes fiestas del Pilar sobre los aumentos de contagios en Aragón es la gota que colma el vaso. El ministro de Sanidad,
Las palabras del ministro retorciendo la realidad sobre los contagios es la gota que colma el vaso
sin comité de expertos que le ilustrara, no debió de ver las imágenes de una Zaragoza responsable.
Porque ni en la innecesaria manifestación auspiciada por Vox se logró ver a un nutrido grupo de zaragozanos. Nada de nada. Tan solo las ofrendas espontáneas en la basílica del Pilar fueron el contraste en una ciudad responsable.
La ocurrencia constante de Salvador Illa sí que es una fiesta del desconcierto. En otro país con algo más de autocrítica política --en tal crisis sin precedentes-- ya habría dimitido. Pero no. Seguirá siendo el gestor de la segunda ola que se acerca.
Los datos de Aragón corresponden al día 9 donde se registró un pico preocupante. Pero principalmente en Teruel, como la provincia con peor tendencia. Quizá es que celebramos las no fiestas hace unas semanas en Teruel y nadie se enteró. Es de primero de salud pública en tiempos de coronavirus que el bicho tarda en incubar hasta cinco días.
Culpabilizar a los aragoneses del aumento de contagios durante estos días es caer en la inercia de la que peca el Gobierno desde hace meses. La culpa es del otro. Quizá el ministro haga con la lotería de Navidad lo mismo que con sus intervenciones, adelantarse tres meses a una ilusión.