Baile de cifras
¿Cabe imaginar una entidad financiera que cada vez que publicara sus datos macroeconómicos, fueran desmentidos y rectificados por la propia entidad día tras día?
Sin entrar en la veracidad o no de las cifras, y el porqué de semejante anomalía, la desconfianza que crearía entre clientes y accionistas llegaría a límites insospechados, de tal manera que por saneados que fueran los resultados, la credibilidad quedaría por lo suelos. Ni qué decir tiene, que rodarían cabezas y no solamente en las alturas. Semejante incongruencia sería totalmente inadmisible. En cualquier caso, estamos hablando de cifras con muchos ceros, de contabilidades que casi se asemejan a las de la propia Hacienda y el ciudadano medio quizás pueda entender «ciertos errores», a pesar de que ni en los tiempos en los que todo se realizaba manualmente, ni mucho menos ahora con la informática, deberían producirse, al menos no de manera repetitiva. Si descendemos el ejemplo al ámbito doméstico, es imposible creer que una familia no sepa cuál es su patrimonio, hasta el extremo de que un día piense que es pobre, otro día rica y al siguiente medio pensionista. En serio, ¿tan difícil es «contar», sumar y restar? Porque ése y no otro, es el lamentable espectáculo al que nos venimos enfrentando desde hace ya siete meses con los datos de la pandemia.
Al parecer existen distintas maneras de contar, pero si al menos el resultado final fuera el mismo, lo daríamos por bien empleado. Pero hete aquí que no, porque la OMS marca un criterio, el Gobierno Central otro, y las comunidades autónomas otro distinto a los anteriores, para que quede la debida constancia de que son «autónomas», faltaría más.
Este es el momento en el que algo tan sagrado como son las muertes de los seres más querimedio dos, no se sabe a ciencia cierta cuántas son. Sin comentarios.