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Desde que comenzaron las obras en Yesa, distintos estudios han alertado del peligro de las grietas y deslizamientos en ambas laderas La CHE y la Justicia han permitido que las obras nunca pararan
Es hablar del recrecimiento de Yesa y si hay algo que nunca despierta es indiferencia. La polémica ha acompañado casi siempre a las obras en el embalse del río Aragón ubicado entre Navarra y Aragón. Hace décadas que se debate entre informes que alertan de nuevos deslizamientos y grietas en sus laderas y otros que aseguran que estos movimientos no comprometen la seguridad de la obra ni del entorno. Entre unos y otros, las poblaciones colindantes temen por su futuro y las voces más críticas solo desean que los informes más pesimistas nunca lleguen a cumplirse. Lo peor que les podría pasar sería tener razón. Mientras otros ven en esas aguas embalsadas y este proyecto faraónico la prosperidad del regadío y no solo del entorno de las Cinco Villas y las Bardenas Reales.
El de ayer en el Congreso solo hace que agitar los fantasmas de un pasado que en los últimos años parece más dormido. El miedo de unos a que se pare la obra y de los otros a que continúe. Un episodio más que sumar a la longeva serie de desencuentros, posiciones políticas enfrentadas e informes técnicos muchas veces contradictorios que van apilándose sobre la historia de la presa y su recrecimiento. Ahora el encargado por el Gobierno central al Colegio de Ingenieros, Canales y Caminos parece ser el determinante pero las máquinas no se detendrán.
El temblor desatado por las palabras de la ministra Ribera inquieta al presidente socialista Javier Lambán que ha vivido ya en el pasado las consecuencias de cuestionar un proyecto como Yesa. Sus socios del PAR en el Gobierno cuatripartito actual también y el PP,, gobernando y en la oposición,, también. Podemos y CHA, ahora en la DGA, hace años estaban detrás de la pancarta en Zaragoza, Artieda o donde se terciara con un implacable No a Yesa.
Todos son testigos de imágenes que dejan la historia de estos enfrentamientos, como las cargas policiales en Artieda en el 2011 en la protesta convocada a raíz de la firma de las expropiaciones nececa sarias para seguir con el recrecimiento. También de cuando la localidad navarra de Lasaisatuna vivió en el 2013 el desalojo de 105 viviendas por las grietas con las que amanecieron sus casas. Como las que ya habían surgido años antes en la ladera izquierda y que dispararon todas las alarmas de nuevo.
Los desencuentros en torno a
Yesa son ya históricos. Solo dos años después de que comenzaran las obras de recrecimiento, en el 2003, se detectaron desprendimientos en la ladera izquierda y grietas en la presa. Al año siguiente, estos desprendimientos se detectaron en la ladera derecha. Volvieron a producirse en el 2008, según recuerdan desde las asociaciones contrarias a la presa, aunque la Confederación Hidrográfidel Ebro no los registró, y también en el 2012 y con las fuertes lluvias del 2013. Casi año tras año se sucedían los estudios técnicos de distintos organismos, encargados por diferentes administraciones y organizaciones, que revelaban afecciones que el organismo de cuenca luego no consideraba reseñables.
Hace ya casi una década, en el 2011, se produjo la rectificación parcial del proyecto, que pasó de triplicar la capacidad del pantano a solo duplicarla, pasando de 447 hectómetros cúbicos de capacidad a los 1.080 futuros. Un paso atrás en él objetivo final que alimentaba el ya conocido sobrecoste de las obras, otro de los fantasmas del Gobierno central, que ya ha visto cuadruplicar la estimación inicial. Acallar al fantasma que nunca duerme cuesta dinero, mucho dinero.
Las críticas al recrecimiento y su «desastre medioambiental y social» que generará acabaron también en los juzgados. Pero estos desestimaron las acusaciones dando vía libre a las obras.
Durante décadas las críticas al proyecto han convivido con episodios como el desalojo de un pueblo