El concurrido territorio de la muerte de Mictlán
Juan Ramón Jiménez recogió las semblanzas y retratos que escribió de españoles contemporáneos y pasados bajo el título de Españoles de tres mundos, y en su prólogo explicaba cuáles eran esos tres mundos: España, América y la Muerte, tres territorios igualmente materiales en los que habitaban los protagonistas de sus caricaturas líricas.
Esta noción de la Muerte como un lugar nada ideal y sí muy material está muy acendrado en algunas culturas; seguramente la mexicana sea una de las más conocidas a este respecto, y desde esa perspectiva puede emprenderse la lectura de Mictlán, de Ricardo Díez Pellejero, unas Odas a la
muerte –ese es el subtítulo– que ha editado Olifante en su colección Papeles de Trasmoz, que llega por cierto a su número 100 con este título.
Como explica el propio autor en la nota con la que encabeza su libro, Mictlán era «el lugar de los muertos» para los aztecas; pero aquí se convierte en algo más. Es un espacio en donde transitar, andar, atisbar, buscar e incluso encontrar, en ocasiones. Y sobre todo, es un punto de encuentro donde quedar con otros poetas y escritores que de una forma u otra han mirado a la muerte a los ojos.
Uno de los aspectos interesantes de este libro es ese diálogo que entabla Ricardo Díez con otras voces, convocadas en forma de cita inicial de cada poema, y que marcan el camino y el tono que el poeta seguirá en los versos que la siguen.
De esas conversaciones y trayectos que emprende el autor siempre con la muerte alumbrándole desde arriba surgen los versos de este libro, a veces con una tesitura contenida y voluntariamente apagada, y en ocasiones con la exuberancia que produce la sutil embriaguez de la palabra.
Esa variedad de registros conjuga bien con las distintas aproximaciones que Ricardo Díez sondea, y que poco a poco van configurando un detallado paisaje de ese Mictlán en el que tarde o temprano todos vamos a encontrarnos.