Llegaremos hasta donde sea necesario
Ayer me despertó una frase de un presidente autonómico en una entrevista radiofónica, el de Asturias, pero podría haber sido la de muchos. Preguntado por el monotema de estos días, Madrid, y extrapolándolo a su territorio, repitió varias veces, llegaremos hasta donde sea necesario para bajar la incidencia acumulada por debajo de la ratio 100 por 100.000 habitantes. Sobrepasar los 100 parece ser la tasa que según las sociedades científicas comienzan a considerar preocupante en el descontrol de la epidemia, y es ahora el objetivo que conseguir antes de que llegue el frío y la gripe.
Llegaremos donde sea necesario, con el instrumento legal preciso, sea la solicitud del estado de alarma si la situación continúa descontrolada, como también le oímos al presidente de Aragón.
Y esa frase, que es solo una declaración, aunque viene acompañada de un claro esfuerzo anterior en el control de la epidemia, es lo que tantos queremos oír. Parecerá simplista ante un conflicto político tan enquistado y de tanta gravedad, pero el reconocimiento de que el objetivo prioritario es parar el virus despertó mi atención dispersa entre el ruido bronco de los últimos días.
Contrataremos los rastreadores que sean necesarios para bajar el 5% de positivos de las PCR, la media española está en el 11,8%, concluyó el presidente Barbón. Harán lo posible, añado yo, dentro de las limitaciones que tenemos por el déficit de personal sanitario acumulado tantos años. Más manos y menos ladrillos, como señaló ayer el diputado Ramón Espinar en el Congreso de los diputados, resume la gran carencia de nuestro sistema nacional de salud.
La pandemia nos está planteado una cuestión de aprendizaje por parte de la política, del sector sanitario e investigador que la están gestionando sobre una base de información que varía constantemente, lo que implica cambios en la formulación de la enfermedad y en la percepción científica que se tienen de ella. La incertidumbre también está en la ciencia, ante el desconocimiento de gran parte del funcionamiento de la enfermedad, ahora con la veta abierta en el riesgo de contagio de los aerosoles.
Pero aún, así y todo, en asuntos sanitarios lo político y lo científico son la mejor pareja posible.
La mejor política económica es la mejor política sanitaria, y cuanto más avancemos en la segunda antes recuperaremos la primera. Y mientras tanto los ciudadanos necesitamos oír que nuestros gobernantes están dispuestos a hacer aquello que sea necesario, así de sencillo y así de difícil de cumplir.
La mejor política económica es la mejor sanitaria y si avanzamos en esta lo haremos en la primera